junio 26, 2009
SUEÑOS CON MAIKOL
junio 25, 2009
SUEÑOS EN AYUNAS
PREGUNTAS
junio 23, 2009
CIGARRILLOS
Una línea parte de mi mano y continúa por el borde de la mesa, gana una baldosa para dispararse por el cordón de la vereda y confundirse con las protuberancias del suelo, parece perderse cuando trepa a un árbol y un pájaro la estira por el aire un rato, finalmente la deja en un cable y veinte pasos más allá recupera el suelo escabroso del canal donde decide huir ligera como una rata. Cuando llego a la parada, ahí está, esperando cerca de mis pies, acá es, parece decirme, como única señal observo un cigarrillo abandonado a la mitad con el que se entretiene mi mano. La línea vuelve y se cierra el círculo, de alguna manera llamaremos a este nudo. Entonces sí, miro lo que se me ofrece a la mano, una invitación a conocer la espera de los otros, pero estamos adelantando la traducción.
No logro discernir si hay algún conocimiento aquí, no al menos una continuidad, nada sé de quien dio fuego a esto que entre mis dedos se dispone a extinguirse. Sin embargo pienso y con el pensamiento me alejo de este sitio y a lo mejor así se cumplirá mi espera, en otro lado. Pienso en mis amigos fumadores compulsivos y trato de imaginarlos sin un cigarrillo en la boca o sin fuego y francamente resulta imposible, como resulta imposible imaginar qué sentirán cuando encienden uno, si de hecho se dan cuenta o es un gesto automático.
De ahí me voy a una película de Won Kar Wai, Con ánimo de amar, donde algunas escenas de los personajes mientras fuman nos consuelan de toda la pésima prosa de este mundo. Me hago un repaso mental de las volutas al trasluz de las lámparas de oficina, me acuerdo de mi propia lámpara en mi casa, otras películas, ya más bien sin poesía, muestrario de que el mundo era otro y los tipos y las mujeres se la pasaban fumando a toda hora, en cualquier lugar. De nuevo vuelvo a mis amigos y pienso que a veces compraba cigarrillos para convidarles porque me gustaba verlos fumar y ellos temerosos de si me molestaba el humo pero mi cara era de quien va descubriendo los secretos de algún oficio extraño. Fumar puede ser un acto de belleza, el humo tiene la forma de los fantasmas que llevamos dentro.
En cierto sentido, esta acción de levantar cigarrillos del suelo informan, a saber, que he adquirido el vicio (¿?) de fumar, que no tengo aprensión a la basura que se lleva a la boca, que no tengo para comprar ni unos cuantos sueltos. De paso me da una idea: fumar del suelo me dará la oportunidad de ahorrarme esas monedas. Ahora que siguiendo ese anzuelo bien podría hurgar en las bolsas de los restaurantes, bañarme en las fuentes de las plazas, dormir en el subte y pedir monedas en Florida o en alguna estación de trenes. Suena como una carrera prometedora, porque hasta que no pasa, todo se resuelve en ser promesa, ¿no?
De ahí la cuestión se hace un poco sociológica, el muestreo de marcas da como resultado 80 por ciento de next y viceroy, 17 de marcas sin registrar y el resto distribuida entre las más reconocidas. En Capital no pasa, diría mi amigo, que se encuentra Marlboros o Camel o hasta algún que otro de nombre vagamente europeo caminando por Palermo Hollywood. Pero estamos en provincia y aquí ni siquiera barren la calle, los barrios tienen el aspecto del Camino a
Decía Barthes que uno sabe si está enamorado porque espera. Dadas las circunstancias no diría que enamorado pero siempre me hizo gracia esa frase, sobre todo porque quizá únicamente la podría haber dicho él o porque yo esperaba demasiado a las chicas. Pienso si esta espera será después de todo, a la luz de Barthes, tan trivial o formará parte de otra de mayores proporciones, ahora sí enredada con el amor o alguna otra gran palabra. Por ejemplo, si uno espera que lo que ama vuelva a ser y mientras tanto se entretiene, ocupa su tiempo en esperas menores, casi exentas de memoria y cuento. Porque en realidad, mientras espero, pienso porqué estoy ahí metido en esa burbuja, en ese círculo perfectamente anudado que me impide mover el cuerpo, qué es mi vida en esa duración pausada, porqué los cigarrillos, porqué los amigos, porqué el amor, porqué el porqué.
Y simplemente hay la necesidad de traducir en palabras siendo aquí la traducción un acto de traer, trasladar, ya se sabe, de hacer cruzar los objetos al ámbito de mi lengua. ¿Será esa sensación en la panza cuando esperamos ver aparecer en cualquier momento por la puerta a nuestra amante lo que buscamos? No puedo saber si esto esperaban los otros, de cuyas bocas he fumado, si me permiten la imagen. Sin embargo no podría haberlo pensado si antes ellos no hubieran acumulado esa duración suspendida, precisamente, a la espera de que alguien la mencionara. Cuando por fin llega el 60, estiro el brazo, la línea se corta y da un chicotazo contra el asfalto que ahí se va perdiendo, el gusto de la nicotina en mi saliva me dice, para mayor claridad, que todavía no sé nada.
junio 18, 2009
NATURALEZA MUERTA
*
Se viste. Le señalan los senderos de la ceremonia. Los aprende con facilidad. Le ayudan a estarse metido en la paz de su cadáver. Lo incorporan al ciclo de la corrupción embarcado en un lujoso ataúd. Aguardan unos segundos el milagro de la resurrección. Nada. Lo encierran definitivamente. Tierra protocolar, coronas floridas y el resto del envoltorio. Es mentira que verá crecer las lilas, sin embargo las lilas crecerán.
*
Oíme animal, tuya es la mitad, no, todo mi reino, más todavía, tan sólo corré, destrozate las ancas, no te dejes alcanzar, no me dejes.
¿Cómo se llama el miedo de los héroes? ¿Van al cielo mecidos por ángeles arcabuceros?
Endemoniado animal, bicho hijo de una casta de mil putas, corré o morimos todos.
La realidad no funciona así, cuidado, otros engranajes promueven el movimiento de sus mecanismos. Huyendo, el héroe pensaba en su comida favorita, en el ritmo de su barba chicoteada por el viento, en lo bien que le sentaría a la posteridad su sable teñido de rojo, en la punzante herida que lo iba guiando al mismo infierno.
Hasta que llegó a un lugar adonde los curiosos turistas no habían tomado por costumbre merodear y tomar fotos en poses ridículas. (Escupo en ellos, me cago en su dinero. ¿QUIÉN DIJO ESO? ALTO AHÍ).
En tales archipiélagos nocturnos la soledad amansó su carne, rodeado por otra soledad, la de sus camaradas.
Dijo lo que todos esperaban oírle decir, que duda cabe, murió como deben morir los hombres de su calidad. Al enmudecer, obligó al resto a contener la respiración, sí, se infló una burbuja de eternidad y todos sintieron miedo de la oscuridad que allí mismo se precipitaba a nacer.
Entonces comenzaron a pasarse las miradas sin tomarlas a su cargo. La mirada unánime decía: ¿y ahora qué mierda hacemos? Se acercaron, en órbitas expectantes, al cuerpo. Uno miró a los demás pidiendo todavía más silencio y declaró con mayúscula sorpresa: NUESTRO HÉROE AÚN RESPIRA.
Un pedo silencioso, cuando no, cundió entre los contempladores del misterio que yacía, hasta que la incomodidad fue destrozada por el que pintaba la escena. El Señor es bueno y siempre hace milagros, dijo mientras batía sus palmas en oscuro frenesí, a fin de evitar ver si sus manos estaban efectivamente amarillas.
Al instante un mensajero divino descendió sobre cada uno de los presentes y tuvo lugar la siguiente escena: Güemes reabrió sus ojos, aceleró sus signos vitales al tope, logró enderezarse e inició un salto en una sola pata, al compás de luces fluorescentes que irradiaban sus ojos, mientras se tocaba la nariz, de manera alternativa, con el índice derecho y con el izquierdo. Uno de los presentes, ojalá Dios lo haya fulminado, tuvo a bien creer que tal espectáculo era una payasada.
Los demás pobres no salían del asombro, como chanchos bíblicos poseídos chillaban y se revolcaban, con la esperanza metida en los intestinos. Hubo de exorcizarlos, hasta la médula de la diarrea, el propio héroe: inapelable, se desplomó difunto.
Ebrios de dolor, los soldados dispusieron la inmediata realización de los juegos fúnebres. Los solteros versus los casados tendrían el honor de disputarse el tremendo asado previsto para estas ocasiones. Con pompa, el cuerpo exquisito del General fue depositado en una pira ad hoc. Monseñor fue declarado árbitro. Como resulta natural en estas circunstancias, los solteros del regimiento batieron a los casados cinco a uno.
Concluidas las muestras de destrezas criollas, se ordenó a
Luego añadió el alto jefe del ejército: a ver todos si me van poniendo cara de afligidos, no quiero ver ni una puta sonrisa en este cuadro, ¿estamos?, al primero que muestre los dientes le pego un tiro. Y usted, pinte algo de lluvia, no vendría mal, acentúa lo melancólico del asunto… bueno, está bien, usted vea cómo queda mejor, pero ¡ojo!, SO-LEM-NES, ¿oyó?, los más solemnes posibles. A ver notario, le voy a dictar las últimas palabras del héroe nacional, sí, me oyó, nacional… hmmmmm…. Ejemmm… a ver… ya sé: Cuidad de
*
- Monseñor, sálveme, por última vez. Mire el sable que tengo, es enorme. Se lo obsequio pero sálveme. Noooooooooooo, Monseñor, primero sálveme.
- Hijo mío, no has debido caerte así del caballo. A veces un tropezón provoca revolcones fatídicos.
- Yo, que nunca me tiré un pedo para no ser menos que San Martín, figúrese, o que Belgrano, claro. La historia es una lotería, ¿no cree Santidad?
- Los juegos de azar son un pecado, hijo.
- A unos les toca morir en la cumbre de su reinado, como César, o caer cubiertos por la gloria del combate, como Aníbal. A otros, en cambio, les corresponde la vergüenza de reventar en el retrete, como Carlos Saúl I, o enfundados en ponchos de colores chillones. El mal gusto, Monseñor, el mal gusto ¿Por qué a mí? Venir a morir de un balazo en el culo justo hoy.
- Es gracioso, si se mira con detenimiento, hijo.
- Sólo si le pasa a otro. Ya quisiera verlo en mi lugar, Santidad.
- ¿Pero cómo, hijo, acaso es posible que nunca recibieras las invitaciones?
- Déjese de juegos. Sálveme, Monseñor. Usted habla con Dios… si mañana fuese otro día y al despertar… intacto.
- Quédate tranquilo, buen hijo mío, los libros no miran esos detalles, sólo las grandes hazañas. Los libros nunca mienten. Serás inmaculado.
- ¿Inma qué? Perdón, no le oí bien.
- Estás perdonado hijo.
- Monseñor, ¿oye galopar las bestias?
- Hijo, vienen por ti.
- No los dejes llevarme, Monseñor.
- Pierde cuidado. Cierra los ojos y muerde esto tan fuerte como te sea posible.
- Me sentí aliado de fuerzas inescrutables y me perdí. ¿Qué está por hacer su Excelentísima Santidad? Se trata de un lugar sagrado para mí. Monseñor, sea cuidadoso, se lo ruego.
- Reclina la cabeza, hijo mío, vamos, muerde, así hijito mío- dijo por fin Monseñor, exhibiendo el puño embadurnado en aceite de ungir- comprendo tu dolor, pero no será eterno, te lo prometo, vamos, muerde- entonces le incrustó el puño en el ojo del culo y comenzó a menear el brazo. Luego, con gesto triunfal, retiró su santísima extremidad y le mostró al General la bala que tan heroicamente había tenido la precaución de tragarse.- Acá está, hijo, mira el tamaño que tiene, parece un dije, úsala de colgante, puede traerte mejor fortuna la próxima vez. Ahora ya puedes ir en paz.
Al decir esto, el culo del General estalló como un pozo de petróleo diarreico, empapando de pies a cabeza la sagrada figura del enviado de Dios. Monseñor se limitó a sonreír, como la víctima de una travesura infantil. De inmediato le propinó unas nalgadas amistosas al héroe, que cojeaba bastante. El General montó su caballo y cabalgó raudamente, si bien no iba sentado.
*
Implicados humano y bestia, conjugados, a bordo uno del otro, encabalgados diríase, en repetida sucesión de fotogramas, ambos encima de la tierra y ella a su vez posada en la enormidad de un pájaro, toro, elefante, atlas o quién sabe quién, qué, la nada, algo, pues nadie se cayó.
El pálido galope abre la oscuridad del valle, el héroe arriba en ecuestre forma. Su dedo señala la tierra prometida, el infinito y más allá.
Llega sorteando las inclemencias, las corrosiones, las curvas descendentes e indeseables y toda esa suerte de batería de abominaciones ofrecidas por el olvido, cual si ya fuese de broncíneas dimensiones, gigante, a imagen y semejanza, barbudo y con marcadas señales gauchescas en el acento, los modales y según se desprende de las lentas historias tejidas desde ahora en el futuro (adonde mirás haciendo de mano rígida visera todas las horas de este mundo).
Claro que sí. El tiempo hilandero irá tejiendo con calma, inventando casi, el poncho de la historia. Esto está mejor: constatando la realidad hasta volverla símbolo. El indicativo discurso en
De hombre a símbolo: sus carnes, mecidas por una discreta putrefacción y por la piedad catedralicia, por fin dejan lugar a huesos inquebrantables que se guardarán en un relicario justo en el corazón de la ciudad. Corazón que, vale mencionar, jamás sufre infartos de miocardio. Allí, pues, osobucos, costillas, cráneo, húmeros, pelvis agujereada donde hubo nalgas, dan cuenta de los interrogantes a que fluye un visitante: ¿le habrán crecido las uñas? ¿los cabellos, cual si fuesen raíces o una enredadera? ¿estará vestido de militar, de héroe o de humano? ¿qué emblemas adornarán su eternidad? ¿sólo Dios sabe?
*
Le susurró con suave aliento insomne, desesperado pero bien bajito, dentro casi de la orejota, para que únicamente ellos dos supieran: enseñáme el camino. Luego, para entrar ruidoso en la historia, le ordenó galopar hacia donde señalaba su dedo. ¿Qué sería de un gran general sin su caballo?
Montado así, en viaje por las orillas de la suerte, recordó en su pluscuamperfecta voz que había amado temido partido: amado su cuerpo en la mujer de otro, temido el descubrimiento de tamaña usurpación con funesto desenlace, partido con solo el cuero puesto y un balazo en el culo.
Moriré despeinado, con los ojos firmes hasta donde sea posible, angélico y aterrador. Circularán leyendas sobre mí, se oficiarán rituales, se pronunciará mi nombre bajo las estrellas, comerán asado, bailarán a mi alrededor, cantarán apañados del frío por gruesos fogones, emponchados, mientras les señalo el camino, todo el camino, el mejor, allá está, y yo congelado en mi caballo inmóvil, pero mis ojos la ven, ven la promisión. Moisés tiene que morir para que su pueblo pueda alcanzar la tierra reservada para ellos. Seré un dios, un dios lluvioso, inundaré las calles, las miradas, los oídos. Invadiré los sueños. Los libros narrarán mis hazañas, si no existen, los autores las forjarán sólidas e inoxidables para que nadie me calumnie. Me amarán los gobernantes, les serviré de ejemplo y estandarte y a mi vez los usaré para perpetuarme. Nadie que haya vivido en este valle olvidará mi nombre, seré inmortal salvo por un detalle que no se me escapa: estaré muerto.
*
El notario, apresurado, consigna en el que será el primer tomo de
EL NIÑO: __ ¿Y esos son todos sus restos? ¿Acaso no le quedaba más?
EL NIÑO: __ Lo que resta siempre da menos. (Esto lo profiere axiomáticamente el alumno, insensible ante el fallecimiento del insigne prójimo).
PAUSA
(Otra vez la manito levantada).
EL NIÑO: __ Si todos somos iguales, ¿por qué nadie me hizo un monumento grande grande grande?
(Asombrada con la pelotudez aberrante del niño, la maestra ordena a Orwell salirle al cruce con los tapones de punta porque algunos son más iguales que otros)
*
Encrucijados él y su caballo, tomaron el camino más corto hacia la muerte. Llegado allí, el hombre sin imágenes, se dejó apresar junto a su cuerpo por un uniforme de gala inmaculado, sin rastros de la hemofilia que no sabía cómo ni dónde iría a alojarse una vez que este infeliz reventase. De todos modos seguía sucediéndole ahí, adentro, a la vista de todos y al mismo tiempo invisible. La muerte avanzaba y ya nadie era capaz de ahuyentarla bien lejos. La sangre huía de su envoltorio, bebida por la tierra para luego perderse antes de que los hombres pudieran agarrarla y metérsela otra vez en las venas. El mundo perdía el equilibrio, los sapos se desbarrancaban y los corderos se lamentaban, plañideros, sin comprender. Se va a morir se va a morir se va a morir. Qué pena estoy. Ando tristeza. Ya se murió.
junio 17, 2009
ANDRÉS CAICEDO, NOCHE SIN FORTUNA
páginas 80-81, editorial verticales de bolsillo.
Pero si cualquier noche es lo mismo. El tiempo no pasa. Antes sí. Ya no cambian las cosas. Te quería decir que podría cruzar las montañas miles de veces sin cansarme, saltar riachuelos, te veo y soy más joven, ahora lo he comprobado, mis amigos sufren por mí y yo no sufro. Todo ha cambiado. Me paso los días sin hacer nada, por eso es que camino. No voy a ser un hombre creativo, pero no pasaré por el tiempo. Me deslizaré a la par con él, ya lo verás tú. Ya lo verás.
página 141, editorial verticales de bolsillo.
junio 12, 2009
EL DÍA MÁS FRÍO DEL AÑO
Estoy loco. De contento. Hoy es el día más frío del año. Este es el verdadero día más frío del año, el de la semana pasada hoy nos parece un cálido juego de palabras que esta mañana nada tiene para decirnos. Cuando uno dice que está loco de contento tiende a exagerar la sonrisa, no se sabe bien si para acentuar la contentura o la locura. Ni mucho menos se puede saber en qué zona de la cara se encuentran, en justas proporciones, cada una de estas. Lo cierto es que sonrío. Al menos eso muestran las ventanas cuando voy dejándolas atrás, y dejo atrás mi trabajo, mis posesiones mentales, y me miro en esos vidrios negros a la madrugada, me sale vapor de todos los poros, sólo ellos pueden saber que existo en este día, al parecer ahora son mis únicos confidentes y sigo sonriendo porque ya no es necesaria la ocasión de las palabras. Las palabras lo enredan todo y sirven de escondite a la bestia que luego somos y anuncian una sola cosa: despedida, dejar de pedir, ¿verdad? Al menos así es en este día, el más frío del año, que me persigue con lascivia de cazador.
Mejor no nos pongamos meteorológicos, circunstancia propicia para anunciar, introducir podríamos decir pero no se trata de algo que hay afuera y luego tenemos que meter adentro, digamos, la melancolía. La verdad es que sonrío pero una suerte de penuria inconfesable me abrasa las vísceras, con lo cual se impone decidir: o sonreír entres estas calles o pensar, pensar y pensar todo el día. Nunca sé cómo es posible pensar en el día más frío del año. La suerte de las horas malamente nos puede acompañar si estamos solos. Y de estar solo se trata cuando el cielo permanece quieto, las hojas secas permanecen quietas y quietos los autos, las personas a medio paso entre el cordón y el asfalto, en la espera de la recolección de pasajeros, el pájaro del cable, la bolsa de nylon infaltable en toda imagen que aluda a la melancolía, todo permanece inalterable, congelado por este frío de locos que atraviesa fibra a fibra mi ropa y me da vértigo en el pupo, ahora un radar de acontecimientos minúsculos.
Añadiré a la permanencia el carácter minúsculo, cuando no absurdo, de todo cuanto sufre el asedio del frío. Yo mismo soy minúsculo, o absurdo, o ridículo, porque mientras todos presienten la congelación sonrío, vestido de payaso en el día más frío del año, que es hoy, no el de la semana pasada. La semana pasada vuelve a sonar en los oídos como un país del que apenas si sabemos el nombre. Y por otro lado se rumorea entre los transeúntes que ese día no podía ser más frío que este y quieren rescatarlo para sobrellevar el presente, como si no fuera ahora, aquí donde asentamos los pies, el mejor lugar, si bien, claro está, el único.
Lo cierto es que los que no tienen casa no saben estarse quietos, iguales a los perros dan vueltas en busca de algún lugar para echarse. En esto estoy cuando la vida recupera el aliento, que se había espesado en una niebla durísima y puedo ver que estoy mojado de ella. Y puedo ver olores en su origen. Al lado de la ruta un canal se abre, exhala su tufo y espanta a los pocos que quedan en pie en las paradas del 60. Al principio me aturde saber que eso también es vida, acaso mucha vida hay en ese miasma donde infinidad de seres se mueven sin cesar. Después sentí pena porque en esa podredumbre insoportable se manifestaba la vida. Todavía más, la vida se manifestaba insoportable.
Seguí caminando, el olor desafiaba mi tolerancia, apresuré el paso, los autos seguían de largo, apenas despiertos, bostezaban con las frenadas del semáforo y cobraban impulsos parecidos a naves de papel hasta convertirse en puntitos rojos y de inmediato tomar la forma de la niebla de donde habían salido. Pero ¿por qué era insoportable? Si eso era la vida, la vida en todo caso para mí. Ese caldo pestilente acaso nos aproximaría a una especie de origen, no podía ser que solo fuese podredumbre, el sentido fétido de su existir ahí para mí era mostrarse en su plenitud viviente. El frío no había detenido los signos vitales de esas aguas mientras todo alrededor era petrificado por la madrugada.
Entonces me detuve, amigos míos, me detuve de una manera en que solo puede detenerse quien ya no es dueño de sí, quien ha sufrido en la invasiva noche el conocimiento de que tan sólo sabe caer y caí, mis amigos, caí en esas aguas podridas y nadé entre los camalotes y choqué mi carne con el torso engusanado de un perro alguna vez blanco y recibí en mi frente las cualidades de la mierda, eso también era la vida, de allí también iba a salir, de un lugar parecido habrá nacido por primera vez el universo. Una vecina asustada corrompió mi éxtasis con un grito que alertó a los policías acerca de mi felicidad. Aguas bautismales del infierno, podría decir para producir algún efecto retórico, pero yo era nuevo, soy nuevo, en el día más frío del año, me pasean desnudo de una comisaría a otra porque no soportan mi hedor, mi perfume a viviente, porque ahora en mí, que estoy solo, que solo puedo saber de mí que estoy parado en la cabeza del día más frío del año, todo es nacimiento. Eso que se muere dará habitación al detritus, sí, y entonces nacerá un nuevo jardín. No puede decirse de otro modo.
junio 11, 2009
TRAMPA
ahí está, haciendo trampa, nada se resuelve sin acudir a una garganta que permanezca sin abrir, ¿hay algún degollado entre nosotros que todavía pueda hablar? el cuerpo ni siquiera tiembla, perdido, sin humedad, el cielo no quiere llover, escampará, caminarán las viejas hormigas en hilera, se irán sumando nuevos tejidos a la consistencia de estas telarañas, la blancura no demorará en cubrirnos desde adentro, la desnudez, cuando es final, tiene ese color. si tan solo fuera transparencia y luz, si tan soleadamente no nos derritiera el tiempo.
aquí está, haciendo trampa, jugando con las reglas al revés. voy cansado de moler mis huesos en este mortero, ¿para qué? para ser polvo, para formar parte del codicioso viento que lo quiere todo para sí y no da nada, nada. algo habrá de revelarnos la huella del insecto, la corrupción, los tonos verdes, el semen que ya no dará hijos. nada en la nada, nada, nada se salvó de arder.
MUDO MUNDO
EL AMANECER Y BEPPO
beppo llegó a la suposición, verosímil a esa hora, de que las naves jamás descendían, que formaban hileras y le daban la vuelta al mundo con el único propósito de sostener la ilusión en la diminuta humanidad, que ya ni siquiera los confundía con pájaros, de que los tiempos de ahora pocas sorpresas tienen para ofrecer. en efecto, sería más sorprendente ver el cielo despoblado y las ciudades a oscuras, pero a esto no llegaba beppo.
su interés, no diremos el único pues nos podrían acusar, con justa razón, de pobres exégetas de quien, afanado en mirar el cielo y descubrir cosas, sí, cosas, con toda sencillez viene a presentarse tirado sobre el pasto, además de las cicatrices dejadas por el trazo de las naves se dirigía a la comezón de su propia carne, transitada por pasajeros de otra índole.
verifiquemos cualquier presencia de ánimos panteístas antes de proseguir. si beppo está allí, traspasado de asombro, no cualquier asombro, más bien por ese confuso, cuando no abrumador sentimiento del cosmos tensando de infinito el cuerpo minúsculo, y si esa misma tensión es lo que asciende hasta su pensamiento transportando su espíritu, inquieto y al mismo tiempo presente en cada átomo del universo, de una estrella a otra a una raíz endurecida a un grillo que salpica sus dedos con una baba color miel a una piedrita cuadrada con pintas rojas a una brisa de aire crudo a una pared de adobe a un enrejado negro a las uñas de sus pies...
hay que ver si todo lo que siente es el universo y no más que uno de los efectos propios y posibles de haber fumado marihuana, pues ha de saberse que hay otros estados, también pasajeros. curiosa palabra esta última, empleada ya en ocasión de hablar de las sensaciones de beppo. ahora refiere a un estado sintiente pero cabe preguntarse quién o qué pasa, beppo o la sensación. qué es el pasaje en este embrollo de ojos que detenidamente se apoderan de beppo hasta, por decirlo de algún modo, devorar a los sentidos restantes.
incluso aquí habría que ver si no será que en realidad (pero qué parte de la invención corresponde a la realidad) el pasajero es beppo que, precisamente, pasa a otro sentido, vale decir a un lugar, equívoco lugar por cierto y en esto concuerda con su función de servir de pasaje, donde, mejor dicho, todo es sentido. con esto descartamos la sospecha de panteísmo pero ahora acabamos de abordar otro tren, para no abandonar todavía las imágenes de viajes, no menos erráticos que el anterior, el de la alucinación.
en efecto, beppo no alude con sus preguntas a nada real, a nada que podría interpretarse como plausible en la realidad, sus preguntas, si a algo conducen, es hacia sí mismo en estado sintiente. ahora bien, he aquí que, por su parte y como se verá enseguida casi hasta desprendidos de beppo, sus sentidos tampoco parecen guardar mucha relación con lo que sucede alrededor. digamos que si hay alguna conexión entre beppo y el mundo, esta se da bajo la forma de una invención o, si se prefiere el término más corriente, de una alteración.
de otro modo, lo dicho recién también puede decirse con el siguiente giro: las sensaciones acarrean a beppo y no beppo a sus sensaciones. de esta suerte, sometido como está su cuerpo a sentir, éste le es presentado como un extraño. de pronto el humor que acompaña la embriaguez narcótica le revela un deslizamiento en el pacto de complicidad entre ellos. a lo sumo ahora son huéspedes en un mundo tironeado por sensaciones voluptuosas y cuyo lento fluir deriva en alguna especie de conocimiento volátil que, en ese instante, parece percibido por primera vez e incluso digno de captura. de cierta manera, decíamos, los ojos devoran a los demás sentidos y beppo se sitúa detrás de su cara, no siendo más que un observador privilegiado de los acontecimientos del cuerpo. todo lo que atraviesa su cuerpo, desde las patitas del grillo hasta el sabor ahumado de su saliva, se manifiesta con la intensidad reveladora de un microscopio.
en la pureza del asombro que todo le provoca es donde beppo traba amistad con las cosas que le rodean, desvestidas de bondad y de maldad, vistas tal cual son y sin embargo inconfesables, porque ya dijimos, y no será insistir demasiado, que beppo no tiene más que ojos y la información que por ellos entra no sabe salir del mismo modo.
no debería sorprendernos ver un hombre tirado así en el pasto. el poeta manuel castilla en sus poemas no parece hacer otra cosa que pasarse mirando lentas nubes cuando no anda por ahí tiznado de infinito. pero no es la teoría literaria ni la crítica ni cuestiones como la contemplación del alma ni mucho menos detalles legales, minucias civiles, del porte del consumo de estupefacientes, vale decir aquella sustancia capaz de llevarlo a la estupefacción, lo que atrapa a beppo, su cuerpo y sus sensaciones en un remolque en apariencia estático.
beppo está imantado y flota en dirección al cielo. no es elías, arrebatado en vida a los cielos por dios cuando esto era aun posible, sin embargo ese cuyo peso tiene la seguridad de inmiscuirse con la tierra blanda del parque, se siente leve y, si observamos con atención, ya tiene los ojos cerrados cuando clava las uñas y arranca de raíz unos pastos y ya está sonriendo cuando el misterio del amanecer espanta el tiempo de guardar lejos del vecinadario y los pájaros comienzan a explotar entre las ramas lo mismo que alarmas estratégicamente dispuestas y los primeros autos del día ganan las avenidas y se mezclan con los últimos autos y los de a pie confunden la ensoñación de otros con sus propios miedos y no ven pasar los aviones porque el escenario para ellos está ahí, frente a sus narices, donde dan su puntapié inicial las horas de la obligación y beppo, todavía dulce, sin abrir los ojos enrojecidos, cuando los perros tironean al paseador.
en breve la ciudad será un estallido y beppo siente que una burbuja lo rodea y el sol entibia cada vez más su cuerpo, en señal de que está cerca, y estar cerca del sol también quiere decir estar solo y aún no se atreve a abrir los ojos cuando sospecha que ha alcanzado el tajo celeste. si otros pudieran entrar aquí, mirar conmigo, piensa y luego piensa en quienes serían los invitados y luego si no serían un ancla llevarlos a todos y se despreocupa de cualquier acusación de egoísmo porque nadie tiene instrucciones para sentir, mucho menos eso que él siente y por eso nadie podría mirar con él, a lo sumo mirará para el mismo lado pero hasta ahí nomás resulta posible saber, más allá es invención, más acá también añadiríamos aunque sin pretender alterar el discurrir de beppo, por estas alturas, nunca dicho con mayor justeza, apenas un puntito negro en el aire. el día tiene aún muchas cosas para dar en el momento en que la boca del subte traga personas enteras sin devolverlas.