julio 27, 2009

LA QUE MA DURA

bosquemadurás en mí
a tajo al marearte






a
mi piel
solada
en playa
dale final,
nadame.

*
amoriré
amorarte.

*
secretos
en tu lengua.
murmu yo
murmu voz.

*
así
la es
ama da
me con
vida:
nada.

*
vos que
venís
voz que
venís
bosque
venís.

*
hablo
tu abisma
lengua
envozmismado.
*

entraba
y saliva
sudor
leche
sangre
liquidación
desgarra
dura
es
puma.

*
amordedura
sigue puerta
a
tajo
amorir
ardidos.
*
pido
tu boca
qué más,
quemás,
tu piel
másquemadura,
bosquemadurás en mí.

julio 26, 2009

VE.NIDO

noche en el viento
él nido

la ella fiebrada


abismo

*
elijo vida
boca vos
mi boca
lumbre
honda ola
país
bajo
tu piel
*
país adentro
enseñás colores
a mi lengua
decir
nudo
voz
viaje
casa
hola mar.
hola mar.
*
sin nudos
mudados
abismo
el vértice
de tu sonrisa.
*
contramano
al sol
que al fin
el este
boca en vos
me sacás
la cara
tarda
en arrancar
arranca
la tarde
naranja
verde
un poco
azul
ahora
he venido
nido
en las entrañas
a
fiebrarte.


julio 18, 2009

THE BIG SHAVE

ahí va un tajito. otro. a toda carrera. uno más. se ve la carnecita. chorrea el jugo caliente y pegajoso. lindo mirarte las piernas alisadas de pronto, ahora más blancas, con tiritas bordó. y ni hablar de mi cara mientras la va afeitando a la carrera mi mano huesuda y negra. le imprimimos el ritmo de la crema y parece de limón con jarabe de frutilla. estás para comerte. el vapor sube desde la pileta pero el espejo no sabe que ahí abajo el cuerpo continúa, sí, porque hay más, no es una cosa partida, sin mortaja, lo que pasa es que no se ve. lo que pasa es que en la desnudez siempre estamos incompletos: la desnudez pide ser completada con otra desnudez. y vos aquí, para enterarte conmigo de estas cosas. las gotitas de crema y frutilla tienen puntitos negros, chispas de chocolate. la piel no sabemos dónde está realmente, si algo la cortó, si fue el aire frío en contacto con el agua caliente, si un organismo unicelular la carcomió, o si sencillamente la carne tiene por destino brotar, ganar la luz y solo eso importa. la desnudez es contagiosa. creo que hago lo mismo dos veces, junto agua en las manos y la echo en mi cara, parezco imitarme. actúo como si no me estuvieras observando. veo el ardor en la contracción de mi cara, enflaquecida de pronto. tengo mucha sed, merodeas con la vista debajo de la ducha, las tiritas de tus piernas, la crema de limón con frutilla. la carnecita late, una invitación al interior del magma. de manera que así somos cuando en verdad estamos desnudos.

julio 11, 2009

LO QUE SALE, LO QUE VUELVE, LO QUE NO SE VE

qué pasa, estás enojado. no. entonces. no sé, no sé, dejame tranquilo, estás grabando esta conversación. sí. por lo menos me podrías avisar, no te entiendo, en serio, con qué necesidad. estás enojado. qué es esto, la segunda toma, no ves que quiero dormir, te aprovechás que estoy medio zonzo de sueño y me hacés decir cagadas, pero de esto se va a enterar la gente, decime, seguís grabando. nunca dejé de hacerlo. estás enfermo, sabés. no es para tanto, además no cuesta nada, el único que labura soy yo. ah, sí, cómo. a la hora de desgrabar, me lleva sus buenos ratos. no me digás. sí, aunque no creas, es un trabajo ingrato, se te tuerce la espalda, te arden los ojos, te zumban los oídos, se te agota la paciencia, te hace puré los nervios. uy, qué sacrificado. viste, encima escuchar tu vocecita de salame una y otra vez, una y otra vez. vos te lo buscás. lo que pasa es que no entendés nada, lo mío es un trabajo sociológico, algo intelectualmente serio. in-te-lec-tual-men-te serio, de dónde sacás eso, no quiero imaginar. pero es verdad, viejo, es que vos. es que yo nada. es que vos nada más te la pasás diciendo boludeces y te las quiero mostrar para que te curés, es el método clínico de guattari. estás seguro. sí, me lo contó el psicológo. de qué me tengo que curar si acá el único enfermo sos vos. esperá, la idea en primer lugar fue del psicólogo. y dale con eso, mejor dame la dirección así le pego un tiro y nos deja en paz a los dos, dale, haceme caso, aprovechá que es gratis. sí, te brillan los ojitos, siempre te ponés así, no sirve de nada. nada sirve en esta casa, nada, si quiero colgarme del techo no sirve la hebilla del cinto o se rompe la viga, si quiero electrocutarme resulta que no hay luz, si quiero meter la cabeza en el horno alguien ha dejado un pollo riquísimo con un cartel de NO TOCAR clavado en medio de la pechuga, por favor, podés creer, es una tortura, te voy a denunciar a derechos humanos porque no me dejás hacer mi vida en paz. y qué es hacer tu vida en paz. suicidarme de un puta vez. qué lindos planes tenés, igual lo del pollo está bien hecho, estás medio gordito, mirá, te salvé de un accidente cerebro vascular, ahora están de moda, creo que ibas derecho al cajón, y a este ritmo tu cajón iba a ser de esos para guardar pianos. no seas tan hijo de puta, además esas cuestiones me resbalan, pura vanidad, lo que importa es qué tenés en la cabeza. bueno, sí, el peinado dice bastante de la gente, y las ojeras y la cantidad de dientes al reír. digo el cerebro, cabeza de pingo. ah, bueno, en ese caso no es para tanto, eso no se ve. cómo que no. lo importante es comer sano y no morir de frío. andá a decirles eso a los cirujas. ellos porque son vagos. en serio decís, mirá si me vuelvo ciruja. quedáte tranquilo que ya sos uno y bien sucio, tenés techo y comida pero ni aunque te vista de seda, mirá. porqué me decís eso. así que te levantaste susceptible hoy. bueno, en realidad no me levanté todavía, pero no, no sé, qué querés decir, sos un pelotudo, no, pará, pará, lo que importa es, no importa tener cosas si por dentro tu espíritu es un desierto, entendés. encima de ciruja, evangelista, te das cuenta de lo que estás diciendo. sí, digo que sos un, que algunas personas son huecas, cuando las saludas hacen eco por dentro, un rato largo. y vos quién te crees que sos, dios. estoy hablando en serio, sabés lo que sos vos. qué, a ver, decime así me entero. sos un fascista, te hacés el zurdito y te chorrea la grasa facha, ahora dejame dormir, un hombre despierto antes ha tenido que haber dormido un rato por lo menos, no se pueden tener los ojos abiertos todo el tiempo. entonces no los abrás, hablá, hace falta la boca nomás. tampoco quiero. es por tu bien, es parte de la terapia, ya te dije, escucharte a vos mismo permite que lo que sale del cuerpo vuelva a él, dice el psicólogo. a quién, al psicólogo. no, imbécil, al cuerpo. no será de esos que después te salen con el cuento de tomar tu orina, no. mi orina, por qué la mía. la orina, la de cualquiera, tomarsela en ayunas. ah, no, no, este es bien serio, hasta tiene un programa en la tele y todo. no me digás. sí, el otro día hipnotizó a un loco para curarlo de sus pesadillas. qué soñaba. que se convertía en cinco kilos de asado el día de su cumpleaños. cinco kilos, porqué cinco. porque dice que estaba de oferta, pero no era todo, los invitados lo comían y cuando estaba dentro de la panza descubría lo que cada uno pensaba de él. y qué pensaban. primero que era intragable y después que era una bosta. y para eso lo hipnotizaron, bastaba con dos chirlos y listo, el tipo era un paranoico, a lo sumo un salame. justamente es lo que trato de decirte, el tipo eras vos, solo que no te acordás por la hipnosis, ves qué realmente es un buen psicólogo. dejame de joder, mirá dame esa cosa o borrá la conversación, sos un pelotudo, me hacés perder el tiempo, qué hora es. las dos de la tarde, mirá, ya va a empezar el programa, mirá.

DIA DE LLUVIA

hay unas tiras sin zapatos
zapatos pero no tus pies
las medias deshechas
el pantalón empantanado
tu remera derretida.

tu cuerpo viene de la creación
el olor a lluvia rodea tu cuello
aquí también bajo tu brazo
y aquí en el vértice de tus tetas
pero aquí tenés olor a océano.

moriré de esta suerte de amores.

LA NOCHE ASALTA

la noche asalta
salgo
cuesta abajo

el líquido del sur
en mis pisadas
va mareado a vos

entraré
desnudo
en lo que seré

julio 08, 2009

CECIL PASTERNAK, PRÓLOGO A LOS PASAPORTES DE UN FANTASMA

no sé cuántas cartas de suicidio tiene que escribir uno antes de matarse de una buena vez. yo llevo cargadas veinticinco a mi cuenta y dos que ayudé a redactar a un primo que jamás cumplió y a un ex compañero de la escuela secundaria que jamás llegó a firmarla. tampoco sé porqué uno tiene que escribirlas pero lo hace y listo. sí, veinticinco, una por año, puedo agregar una más todavía, para no escapar demasiado de las fechas límites convencionales. a los veintisiete ya estás algo viejo y hasta te has acostumbrado al sufrimiento. si te matas no dicen pobre muchacho, imagínate qué podría haber hecho en el futuro, pues suponen que el futuro era esa edad y no había que seguir esperando, si no lo hiciste hasta ese momento ya estas listo, eres un perdedor. si te matas dirán ¿sabías que se mató? y responderían, tomando café en la oficina, mira tú, lo bien que hizo, era un charlatán y un inútil.
un requisito, desde luego, es el sufrimiento insoportable, otro la juventud, otro el talento, en el curioso caso de que desees suicidarte para la posteridad, para quemarles las pupilas con tu muerte y pagar la deuda de desprecio que tienes con el mundo. ayer revisaba las veinticinco cartas, perfectamente impregnadas de historias reveladoras, de heridas incurables, de pedidos de auxilio, amargas despedidas y luego miraba las manos y no, ni ellas ni yo habíamos hecho nada para quitarnos de esta mierda de planeta y aquí seguimos, escribiendo, ¿otra carta de suicidio?
por otra parte, me dio por pensar en los destinatarios, tan borrosos como yo, el verdadero centro de mi desesperación y al mismo tiempo el paredón adonde fue a dar tanto la noche de mi espíritu. por algunos de ellos, sin embargo, ya no merecía morir, aprendes esas cosas si dejas pasar el tiempo. otros ya ni sabía quiénes eran, pensar que les iba a confiar algo tan importante me dio risa, cómo es la memoria. un ejemplo de esto que digo es el de un tal albert zermatt. según se deja ver, se trataba de un editor o un publicista en la costa este, recomendado por mi buen amigo herbie mc intosh.
le contaba detalles de mi vida personal en un estilo neutro y riguroso, con gran deferencia le relataba mis infortunios amorosos, la ruptura de los vínculos familiares, las muertes que me habían rodeado y un sinfín de accidentes que habían conformado esa masa inestable al borde de estallar que era yo. por supuesto cumplía con adjuntarle mi obra inédita con el permiso de publicar, si así lo creía conveniente, la carta que le enviaba. pero supongo que concluir con frases del tipo "sin otro particular, lo saludo con mis más sinceros respetos" no ayuda demasiado. una vez redactada, debes matarte. lo digo como un consejo saludable, ahora que seguramente yo mismo estoy muerto. si estás leyendo esto, siempre decimos lo mismo, pero bueno, si lo estás leyendo es porque de hecho estoy muerto. si no, si todavía respiro y me cruzas por la calle, te doy permiso para que me vueles la tapa de los sesos de un escopetazo, a la larga el espectáculo no sería desdeñable, aunque también podrías atropellarme con tu auto, o con lo que tuvieras a mano, una roca sería útil o empujarme a un río, no sé nadar.
sobre cómo ponerle fin a mi vida también ensayé variantes. en las primeras cartas era evidente la influencia del temperamento adolescente. si no me ahorcaba, me lanzaba debajo de un tren o me hundía un puñal en el corazón. la adolescencia se notaba en que usaba palabras como puñal o corazón, desde luego. en una me llamó la atención un despliegue de lo que puedo llamar un exceso de imaginación mórbida. tras anunciarle que me ahorcaría a mi madre, en ese entonces destinataria de mis planes, pasaba a relatar cómo haría ella para darse cuenta.
tres días después de mi muerte, llegaría un pájaro con unas pelotas jugosas colgadas de sus garras, se posaría en la ventana y no se iría en horas, mi madre sacudiría la escoba y los trastos de cocina para ahuyentarlo, cuando por fin lograse su cometido, se daría cuenta de lo que eran esas pelotitas: mis ojos. mis ojos que la estarían mirando fijamente desde el más allá. en ese tiempo creía en el más allá. de inmediato acudirían mis hermanos y uno sostendría a mi madre desmayada, le echaría aire con un individual y el otro no sabría si llamar a la policía o a una ambulancia y al marcar atendería la oficina de los bomberos. por los aullidos, los vecinos se enterarían de la tragedia y lo comentarían en la tienda del viejo reilly, ese viejo chismoso y malintencionado. dirían que fue una brujería de los negros del otro lado de la ciudad y otros sostendrían que esos ojos eran una broma pesada de los italianos de la otra cuadra, que siempre andaban molestando a las viejas.
de inmediato se pondrían a buscar mi cadáver. mi madre sería la única en decir que yo estaba muerto. no demorarían en dar con el cuerpo, bajo un muelle, junto al basural. de algún modo las ratas se las habrían ingeniado para cortar el cable de la plancha y lonjearme crudo. las gaviotas y las anguilas harían el resto. uno de mis hermanos me reconocería por el cable, mientras estiraba el ruedo de su camisita algo avergonzado. un policía diría
por lo menos no se lo llevó la marea. no tardarían en enterrarme y olvidarme.
en el fondo le temo más al olvido que a la muerte. si alguien que no veo por mucho tiempo no me reconoce, siento que nunca existí. otro tanto sucede cuando me cruzo con ex novias, sobre todo si entre nosotros hubo algo que pensábamos que no sería tan fácil de olvidar. basta decir hola y detenerse en la sensación de que a partir de esa palabra todo está de más para entender que un muerto es siempre un muerto para alguien.
no queda demasiado que añadir aquí, otras muertes jugaban con revólveres y balas de verdad. mi padre tenía uno bajo el mostrador en la tienda, siempre a mano. lo habían asaltado muchas veces antes de que por fin se decidiera a usarla. cuando le dieron la oportunidad, le voló una oreja al ladrón, mató a una mujer negra y recibió un tiro en la garganta. los dos diarios que se encargaron del tema dijeron que mi padre había confundido a la mujer negra con un cómplice del ladrón. no debieron decir eso porque mi padre no se equivocaba de esa manera y porque después de todo ambos habían muerto injustamente.
aunque yo tenía la sensación de que eso había sido lo mejor. en secreto pensaba que a mi padre no le gustaba vivir, no estaba a gusto con su suerte. trabajaba dieciséis horas diarias en la tienda, no podía pagar un dependiente. se levantaba a las cinco y se iba sin hacer ruido, a oscuras, como si esa no fuera también su casa. lo veíamos muy poco, cuando enfermaba o decidía ponerle fin a su día un par de horas antes de las diez.
cuando murió, mis tres hermanos pequeños casi no lo conocían. lloraron durante el funeral y en el entierro pero la sensación era que lloraban porque mi madre los había obligado a ir y a hacer algo contra su voluntad y no debido al dolor de un niño huérfano. nunca les pregunté, no quería saber de cuánta soledad estábamos hablando cuando nos referíamos a mi padre como un hombre que había vivido para nosotros. entonces yo tenía doce años y recordaba haber conocido a un tipo distinto a quien sí podía llamar mi padre.
cuando dejábamos el cementerio solté la mano de mi madre y volví corriendo hasta la fosa, pateé unas piedras y retumbaron tan fuerte que pensé que había roto el ataúd. prometí no ser igual a él. por un tiempo eso me sirvió de motor para vivir hasta que un día eso también se esfumó y sencillamente dejó de importarme. ahora, viendo como han ido las cosas desde entonces, también debo anotarme entre los fracasados, la diferencia es que este fracaso es de mi exclusiva pertenencia, digamos que así corto la maldición hereditaria.
creo que mi padre no era tan mal tirador, de tan cerca jamás hubiera errado. mi teoría es que le voló la oreja al ladrón para obligarlo a responder y que después de todo sí mató a la mujer negra, porque no quería testigos de su cobardía. tarde o temprano hubiera usado la pistola contra sí mismo, lo sabía cuando escuchaba sus pies raspar el piso, ágiles por la madrugada y como si les costase despegar por las noches. en ocasiones, antes de marcharse, me daba un beso, yo fingía estar dormido, me daba la vuelta y lloraba porque no quería que se fuera pero éramos malditamente pobres, cómo iba yo a entender que a eso él le llamara su vida.
con el correr de las cartas cambié de atrocidad. ahora mi cuerpo debía estallar por dentro, por fuera debía dar la impresión de estar dormido, a lo sumo de ser un muñeco de cera. en todo caso ya no deseaba ser visto como soy debajo de mi piel, eso iba a ser un secreto entre la tierra y yo. así comencé a pensar en combinaciones de sedantes y veneno para ratas o bien fuertes dosis de seconal, que por otro lado usaba con frecuencia desde los veinte. la idea del veneno se me vino conversando con herbie. herbie era uno de esos tipos con los que uno jamás llega a ponerse de acuerdo y sin embargo no le provoca a uno ganas de molerlo a golpes, al contrario, quieres seguir y seguir hablando. menos esa tarde.
estábamos en un bar, muy borrachos, cuando pedí otra cerveza. herbie dijo que ya era suficiente, no tenía un dólar más, menos para una rata como yo. en la borrachera me sonó sincero y le di un puñetazo en la nariz que lo dejó tumbado un buen rato. unas prostitutas que lo conocían se las agarraron conmigo y también el dueño del bar. no me ofendí por estas muestras de solidaridad. casi siempre pagaba herbie, pero porque a mí los trabajos me duraban dos o tres semanas y la mayor parte del tiempo no hacía nada.
al día siguiente me lo encontré en otro bar y le pedí disculpas por el altercado y le pregunté si de verdad creía que yo fuera una rata. me dijo que sí con su gran sonrisa. era un buen tipo y jamás mentía, salvo a la policía, a los turistas y a un par de mujeres con las que no quería saber nada, pero ellas estaban enamoradas y no atendían razones. mira, me dijo, te lo diré porque eres mi amigo y te aprecio, no puedes vivir así. él se refería a otra cosa, a que no podía esperar dinero de los demás todo el tiempo, de todos modos me quedé con el sentido literal de no puedes vivir así. tenía razón, no podía vivir. hasta ese momento había sido una rata y era tiempo de envenenarla para librarme de una vez por todas de mi apestosa condición.
una vez leí un libro llamado vidas imaginarias, de marcel schowbb. me preguntaba en qué medida todas las vidas eran imaginarias y si a ellas les corresponden muertes imaginarias, si mis veinticinco cartas darían cuenta de tantas muertes, si en algún momento la sumatoria imaginaria daría por fin una muerte real, si tanto pensar en morir y no sería que ya estaba muerto desde mucho antes.
la verdad, la pura verdad, es que no me había matado porque hasta ahora no había encontrado el estilo más apropiado para mi muerte. una carta de esta índole tendría que significar la continuación entre la vida y la nada, no podría haber fisuras, en esas palabras debería latir eso que no puede más en contorsión con eso que promete ser. de hecho y no me importa cómo suene esto, escribir estas cartas de suicidio fueron para mí una cuestión de vida o muerte.


C. P.
new york, 1961

páginas 7 a 11, editorial verticales de bolsillo, 2009

julio 01, 2009