septiembre 02, 2009

A VER

Crucé un brazo contra el pecho, guardé la mano en la axila, llevé la otra mano hasta el mentón y me dediqué a contar las cosas. He dicho cosas, notoria diferencia sería decir la realidad, los objetos o lo-que-no-es-yo (es-no-yo), si acaso algo no lo es, si acaso algo lo es. Tras lo cual me obligaría a sostener que donde yo dice “cosas” debería haber puesto otra cosa, una palabra, sí, eso hubiera bastado para enmendar la vaguedad pero es que al mirar y sobre todo al contar uno pone las cosas en su lugar, es decir en el lugar que uno hace (tal la expresión “hacéme lugar”). Y aquí estamos, pues, tarea en principio sencilla, dedicados a mirar pasar las cosas (otra vez, en fin), a imponerle una suerte de unidad, de orden.
El mundo pierde nitidez y, ya sé, la acotación será redundante, no hay sorpresa en no ver los detalles. Dos sentidos saltan a primera vista. Uno remite al yo: he permanecido en el mismo sitio el tiempo suficiente como para perder de vista los acontecimientos breves, esos chispazos que si uno se mueve resultan nutritivos porque de alguna forma aluden a la memoria, desde su insolvencia temporal un evento reclama captura y a cambio ofrece el vértigo de verlo desvanecerse.
Dos, refiere a las cosas, si acaso no me las inventé: están ahí, funcionan engranadas en un mecanismo preciso cuya finalidad (si la tiene antes de que yo la observara) es componer eso que llamaremos el paisaje.
A ver: una puerta de vidrio que desemboca en el túnel de Libertador al 5300; autos a razón de 15 cada diez minutos hacia ambas direcciones, minoría de taxis; un delivery, piso 5º; seis vagones del TBA, por lo general celestes y blancos, tironeados de norte a sur, de sur a norte, 24 puertas, 72 ventanas, repletos de gente (¿en verdad quieren viajar?); 4 canchas de tenis, 3 singlistas, 1 dobles mixto de viejos; 25 árboles descapotados y largos; 16 reflectores apagados; una bandada de palomas; un cielo; una sola nube inmensa (del tamaño del cielo); un avión Austral o Aerolíneas, 15 millones de pérdidas mensuales (¿nada se pierde, todo se transforma?); dos ojos; 39 comentarios sobre el clima; 45 buenos días; 61 buenas tardes; 3 hola qué hacés; 1 hola Juan; 37 sobres de correspondencia; 14 pisos; dos ascensores; 76 personas y tres paraguayas (es broma, por las dudas tengo un amigo boliviano, gay, judío, negro y con sida, pero lo discriminan por pobre y porque se come las eses); 1 ex comisario general, 81 años, dos caídas en lo que va de la semana, una en el baño mientras cagaba, una propina (o indemnización); tres resacas semanales garantizadas; 957 rubias con tetas de silicona; 957 morochas con tetas de silicona; 354 perros meones, cagones, comemierda, refinados, insípidos, repugnantes, insectosos, reventados y sus respectivas mascotas; 25 probables sospechosos y cómplices de comisión de delito iguales a mí si no fuera que vendimos nuestras horas repartiendo comida, cartas, abriendo puertas, descargando materiales de construcción masiva, por la puerta de servicio, claro, blanqueados pero trabajando como negros, hay que servir porque lo inservible se tira en grandes bolsas de consorcio; una sola pregunta, un solo lugar, una sola vida.

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