mayo 19, 2009

MARCHAMOS SENCILLAMENTE

esta isla toca a sus límites, toda isla necesita contornos para no confundirse con el mar, pero el mar la va gastando como si dos deseos encontrados luchasen: uno por apoderarse de la inmensidad, otro por erosionar y devorar hasta no dejar la huella de algo que lo habitaba. en esta tensión se ve robinson cuando piensa desde la playa si él también desaparecerá. sin saberlo, al hablar nos despedimos, cuando buscamos el conocimiento que saldrá de esa confrontación de deseos, queremos en realidad que alguien, un testigo, nos ilumine con su compañía. queremos que eso que va a desaparecer se salve para la memoria de otro. y sin embargo también sabemos que una vez desaparecido no podremos más que lidiar con la incertidumbre. en la desesperación, la isla se hunde mis amigos, robinson toma su balza y huye, o acaso se va nadando y repite esas palabras de conrad en el copartícipe secreto: "desde luego yo no tenía ninguna intención de ahogarme. nadaría hasta que no pudiera más... que no es lo mismo". para consolarnos del progreso desesperado, nietzsche nos obsequia estas palabras: "vacilamos, pero es necesario que no nos asustemos ni soltemos, por así decir, el nuevo saber. además, no podemos ya volver a lo antiguo; hemos quemado las naves y no nos queda más remedio que hacer de tripas corazón, suceda lo que suceda. marchamos sencillamente, cambiamos de sitio". (fragmento 248 de humano demasiado humano).
ignoro si encontraré respuestas, hablar es pedirle la voz al otro, pedirle que no se vaya o que se vaya con uno. no lo sabíamos, pero al hablar nos estábamos conociendo y ese conocimiento avanza y adquiere direcciones insospechadas.
la enredadera, amigos, no tiene otro propósito que el de dejar ir, que la fugacidad. las palabras son de tal consistencia que no sabemos guardarlas, las atesoramos pero no pertenecen al secreto sino al orden de los alimentos. cuando digo algo, al mismo tiempo me voy, digo que ya no es yo aquello que aparece, si no palabras y que ellas le pertenecen a todos, a nadie.
no deseo que digamos lo mismo, deseo que lo digamos al mismo tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el mar es la simultaneidad, es ese encontrarse inevitable en el desierto infinito. Una isla era la espera del encuentro, una arena que acogía las olas que en su marea nunca parecían lograr apoderarse de la arena. Ahora ya no hay arenas, hay solo mar, y hay que aprender a nadar, a dar nada en un movimiento que aunque indescifrable no será violento, aceptar el destino del destierro, de no tener más origen que el de haber partido.