mayo 14, 2009

PARAMECIO

_ Yo vine al mundo y no traje nada_ fue la primera frase completa que Paramecio articuló. La siguiente fue un tanto más pasmosa: soy un organismo unicelular con forma de zapato. De inmediato en el barrio comenzaron a sobrevolar los caranchos y por las noches los gatos observaban en silencio: quién más, quién menos, todos querían asistir al espectáculo del niño con forma de zapato. SUPERCILIOSO, PROTOZOIDE. Los médicos prometían una tanda de paramecios a medida del caballero audaz y la dama delicada. Por el módico precio de 40 pesos la noche (aproveche, aproveche) los visitantes adquirían el derecho a pisotear (prefiérese “disponer como suela de zapato” en el folleto que acompaña el ticket), patear, rayar las baldosas, enchastrar con mierda de perro, arrastrar, saltarle encima y, por si fuera poco, desechar al paramecio.

No era muy simple de explicar sin recurrir a ideas antihigiénicas o demoníacas, pero lo cierto es que paramecio se autoduplicaba, algo así como embarazarse de sí mismo, autosuficiencia ésta de la que muchos descreían o creían directamente repulsiva. Acaso este dato no es menor y permite explicar el encarnizamiento en el goce de los servicios brindados por paramecio.

A causa de esta curiosa forma de reproducción, paramecio ya era masivo a las 48 horas de lanzado al mercado. Es más, su número superaba ampliamente a la población consumidora en una proporción de once a uno. Los había en diferentes etapas de maduración y tamaño, incluso extra-extra large o extra-extra small. La gente los compraba porque cada vez eran más baratos y además cada vez más desechables. No faltaba quien apenas los usaba unos minutos antes de tirarlo a la basura ni tampoco el que sólo los compraba para tirarlos, placer acaso más delicado que el anterior.

Paramecio era uno y era todos. Daba igual si lo adquirías por internet o en un mercado de pulgas, si lo habías encontrado entre huesos de pollo y orillas de pizza o si lo habías llevado bajo los pies un rato largo sin darte cuenta: todos los paramecios eran paramecio. Salvo por las medidas, no era posible diferenciarlos, ni siquiera podría decirse que tuvieran forma de zapato izquierdo o derecho, simplemente encajaban y esa era una de las claves de su curioso éxito, además de su condena.

Algunos filósofos televisivos se atrevieron a debatir cuestiones tan dispares como la identidad del paramecio y si el proyecto de Luly Zalazar de lanzar su propia línea de paramecios fluorescentes no sería en realidad una excusa para tomar envión y subirse a la fama de los pobres bichitos. Estas disertaciones, desde luego, atravesaban momentos donde campeaba la lucidez de alguno que ponía freno al deliro cuando señalaba, tal el caso de José Pablo Feinman, apoyándose en Váttimo, que los paramecios fluor no le irían nada bien a Flor de la V. y en cambio, mutatis mutandis, se verían di-vi-nos en Natalia Orebro, simplemente, claro, porque Naty era una diosa.

Fuera de los estudios de televisión, la sociedad también intentaba lidiar con los paramecios de otra manera: a las 72 horas de aparecido, ya era una plaga de proporciones bíblicas. Las marchas al Congreso y de ahí a Plaza de Mayo se multiplicaban, el tráfico se paralizaba y la gente se ponía más fastidiosa que de costumbre, como si alguna enfermedad los estuviera devorando sin haberles avisado. La exigencia más urgente pasaba por la pronta y absoluta aniquilación de estos bicharracos. “El mal del paramecio”, como felizmente había aprovechado la Dignísima para llamar a este pedazo de realidad, “es el mal de los argentinos y se cura reventándolos a patadas”. Una oleada de aplausos impidió a la multitud escuchar con claridad las últimas porciones de la solución final y reinó la confusión. Los que se comieron “reventar” repartieron palos, el resto se comió las “patadas”.

Por un lado, una columna de activistas PRO Parameciánicos aseguraba que “no se trata de animales si no de seres vivos, ¿no?, como nosotros, o sea, todo bien con los para necios”. Por otro lado, la columna de los ANTI Para esos argüía a piña limpia, a fin de ahorrarse tiempo en pelotudeces. Finalmente, una tercera columna, más vertebral y menos numerosa, oficiaba de árbitro: si bien eran indeseables, los paramecios poseían infinidad de bracitos o cilias y se reproducían con extrema facilidad, con lo cual, en vez de matarlos, la respuesta era reducirlos a la esclavitud. De ese modo todos se pondrían contentos: los integracionistas porque los incorporaban al sistema socioeconómico y los exterminacionistas porque la esclavitud serviría de excusa para matarlos y, obviamente, los de la Tercera, que así los llamaban ahora en todos los canales, pues no solo habían propuesto la idea y la habían hecho aprobar por las cámaras legislativas en tiempo récord, anticipándose al deseo del pueblo y salvando los intereses de la Patria, sino que habían conseguido el usufructo de la explotación, exportación e industrialización del paramecio. Por fin una solución argentina a los problemas de los argentinos.

De ahora en más se vislumbraba un futuro de esplendor: cualquiera que tuviera un paramecio en casa o en la oficina podía decirle adiós a esas molestias de la vida cotidiana que le quitan a uno hasta las ganas de seguir en este mundo (no, no se referían a su mujer o a su marido). Acabe ya con esas tediosas labores hogareñas. Deje todo en manos de paramecium XP 2000. En el spot publicitario los antes eran en blanco y negro y los después a color. Una mujer, despeinada y sucia, intentaba enhebrar una aguja para coser el ruedo de la falda pero sin resultado: paramecium XP 2000 no se contentaba con enhebrar la aguja, además le confeccionaba un vestido de alta costura a tono con las últimas tendencias de este verano parisino, lavaba los platos, cambiaba los focos quemados, regaba el jardín y lo dejaba a punto para una fiesta campestre, preparaba un baño de inmersión y, pequeño detalle, masajeaba el embellecido cuerpo de la mujer. Otro ejemplo era el del hombre empeñado en revisar una y otra vez pilas de papeles sobre un escritorio alborotado, se tironeaba los pelos y le quedaba un mechón en cada mano, uno de los vidrios del lente se le caía sobre el teclado y en el trámite de no dejarlo caer derramaba el café y años de labor se arruinaban para siempre, pues bien, paramecio no sólo había resuelto un sinfín de cuentas, transcripto miles de páginas a la pc, archivado o bien destruido esos expedientes enojosos que a veces suelen pasarse por alto, lustrado el escritorio, lavado las ventanas y aspirado las alfombras de la oficina, además se había dado mañas para organizar un viaje en crucero por el caribe para su amo y señor, quien, bronceado, apuesto, con lentes de sol, traje de capitán y una chica en cada brazo, disfrutaba un daiquiri en la imponente proa apenas acariciada por las aguas esmeraldas de las costas de Nassau mientras un negro le iba cantando los millones que había ganado en la bolsa esa mañana antes de levantarse. En fin, la gente los usaba hasta para cepillarse los dientes o lustrarse los zapatos.

Algunos científicos han declarado que los paramecios poseen inteligencia, otros, escépticos, hablan de reflejos condicionados, otros aún, los llamados científicos sociales o científicos preocupados, arguyen a favor de la tesis por la cual si los paramecios fuesen en verdad inteligentes ya se hubieran unido para derrocar el poder humano. La derecha más recalcitrante, identificada con el Gobierno, observa en declaraciones como esta una clarísima intención de distorsionar la realidad para poner en peligro el orden vigente. La izquierda menos moderada, identificada con el Gobierno, observa en declaraciones como esta una clarísima intención de distorsionar la realidad para poner en peligro el orden vigente. La Dignísima, por su parte, por su unicisíma parte, sostiene que los paramecios también son argentinos, caramba, y como toda argentina y argentino tiene derecho a votar…me. Y los paramecios como si nada.

A la semana de lanzada la primera nota sobre el mal de los paramecios, TN, C5N, Crónica, Telenueve, Telefé Noticias y América Noticias cambian de tema, solo Chiche y Mauro Viale insisten un poco pero se les cae el rating a pedazos y deciden cortarla también ellos. Fin de semana largo, gol de Palermo sobre la hora le da a Boca una nueva copa Intercontinental, Jorge Rial toma un avión a Río de Janeiro huyendo de la mafia de Sofovich pero con tan mala suerte que el avión cae sobre el Monumental y lo detroza, Jorge es la única víctima fatal y a ningún juez le importa hacerse cargo de la causa, la gente organiza protestas masivas por el aumento de los impuestos y porque la policía los reprime cada vez que protestan y cosas así.

La gente se olvida a tal punto de los paramecios que algunos ya los comienzan a confundir con un vecino o con un amigo de la infancia, “pero si estás igual, igual, hermano”, le dicen y lo abrazan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no se si dieron cuenta pero palermo tambien es un paramecio