agosto 20, 2009

GANARSE LA VIDA


MALBA. Anoche. Alan Pauls, Edgardo Cozarinsky, Ricardo Piglia. El motivo: presentar a Diego Meret, ganador del concurso de autobiografía 2008 de Estación Pringles para menores de 35 años con En la pausa. Arranca Piglia: la autobiografía como sendero de descubrimiento e invención del yo, pacto de veracidad con el lector, ritos y viajes iniciáticos del escritor que recuerdan a Arlt y Puig. La parquedad de Meret es proverbial: sí, creo que eso mismo. Aprovecha Pauls y arremete con balas de salva: lo bueno de que sean menores de 35 los escritores de este concurso es que salieron libros cortos, le queda la impresión de que al final de la autobiografía se invita a pensar la siguiente paradoja, después de terminar el primer libro sobre cómo un tipo lucha por hacerse escritor éste deja de escribir. Meret: sí, eso es lo interesante. Cozarinsky, toda la pinta de un jubilado afable: hay momentos de decisión, en los que un tipo necesita alejarse e intimar con las palabras y los lugares de su soledad, esos lugares también son los libros que hemos leído. Piglia secunda: la cuestión de hacer de la experiencia, escritura. Meret: sí, posible traducción del yo, el traslado de la vivencia a la palabra escrita. Pauls sugiere escuchar un fragmento de la autobiografía. Micrófono disfuncional y tartamudeo inicial mediante, escuchamos de boca de Meret la que será su respuesta más larga y acaso la que justificará que hayamos estado allí. Una vez que agarra ritmo, dice más o menos que a veces no sabe si es un escritor y otras sí lo sabe, ninguno de sus amigos o conocidos lo considera escritor, se trata de exagerado porque en sus conversaciones siempre dice que está trabajando en una novela o un cuento pero que no encuentra el tiempo, que se lo roban la fábrica textil donde trabaja, las urgencias cotidianas de mujer e hijo, la pausa en la que vive, es decir la vida como pausa y la escritura como movimiento, por más que no sepa adónde conduce moverse así. Cuando ya vuela la voz a otra parte uno tiene la sensación de que sobre el escenario se está librando una lucha, mejor dicho, ya se ha librado y se ha resuelto a favor de Meret, pero la lectura la actualiza, la vuelve espectacular: recuerda que la vida es invención, un cúmulo de elucubraciones literarias contadas para hacer creer, para creer. Cuando yo dice yo, se sabe, lo que comienza allí es un viaje de ida, de disputas incesantes por quién dirá la última palabra, la escritura o el mundo haciéndose y deshaciéndose por los costados. Porque lo que Meret está diciendo en definitiva, cuando cuenta su paso por la pensión alquilada para poder escribir sin otro ruido que el de sus fantasmas, es que se está jugando la vida por algo inútil, le está robando horas al sueño, a la productividad laboral. Uno puede preguntarse quién le roba a quién, desde luego. Está haciendo de la vida posible, escritura, está eligiendo. A lo mejor ganarse la vida sea ahí, el momento en que se eligen palabras que conducen sí o sí a la acción: escribir. La voz de Meret desciende abruptamente, se hace un silencio largo. Un hombre ha vivido para ese momento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué bien Meret... qué bueno que encuentres espejos, al menos casi como espejos, al menos casi prismas... qué bueno juan! acaso sirve ponerse axiológica en estos temas? no lo creo... pero la otra opción es... qué lindo! qué lindo changuito! qué lindo y qué triste a la vez, pero qué bien! la vida, eso, ganárse-la para que no nos gane "la otra", esa, la muerte que yace entre los paréntesis del cotidiano.