agosto 24, 2009

HÉLICES



y entro en las cañerías del desagüe
y oigo los ruidos de los habitantes
y los de las raspaduras de mi propia piel,
si algo pertenece al olvido
eso no soy,
le voy tomando el gusto a los raspones,
tengo el hambre calcada
de ayer, de antes de ayer,
no diré arrastrado
pero algo así como fuego
en las entrañas,

va siendo hora de agarrar
el vuelo por las propias patas,
tan desnudos
andamos
de corazón
por los desagües,


si se nos pone difícil
vamos
a tener que ponernos en difícil
también nosotros,


yo sabía que esto no podía durar,
yo sabía,
que no podía,

andaba
masticando cálculos a futuro,
no muy largos,
no muy exactos,

el sistema
de alcantarillado
destartala
cualquier triperío,

la fe era
sacarla del bolsillo,
mostrarla en la boca
de tormenta,
mucho gusto,
pasaporte
al verdadero lado
del sol,
te lo perdiste,

ya no tiene sentido sobrevivir,
directamente detener la muerte,
impedir la
consagración de la gangrena,

yo había visto morir,
morí viendo morir,
sacié de oscuridad
muchas costuras,

ahí están los peces
en la pecera
para recordármelo,
el arroz
que empieza a hervir
en el fueguito croto
en la comisura
de la capital,
el blanco en caja,
los desperdicios
enlatados
de las góndolas,
la insistencia
omnipresente
para huir a algún refugio,
el miedo sordo,
el napalm,
la adhesión adiposa
de la masa,
el cuerpo entero de la nación
en su vulgar bamboleo
de culos, esqueletos y cadáveres
aún porvenir,

el nudo buenos aires
con su facha gris
de tuerta,
puta insomne
recontra clavada por el obelisco
que le hace el culo en seco,

no arriesgar nada sensible al inodoro,
abrir por si las moscas bien sus alas,
nariz
y boquete
en el cerebro
a otra dimensión,
con hélices de jacarandá,
con tiempo verde,
en ritmo sostenido de levante,

todas las horas
las curtidas lenguas
desaguan
míticas
en la intemperie.

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