Una línea parte de mi mano y continúa por el borde de la mesa, gana una baldosa para dispararse por el cordón de la vereda y confundirse con las protuberancias del suelo, parece perderse cuando trepa a un árbol y un pájaro la estira por el aire un rato, finalmente la deja en un cable y veinte pasos más allá recupera el suelo escabroso del canal donde decide huir ligera como una rata. Cuando llego a la parada, ahí está, esperando cerca de mis pies, acá es, parece decirme, como única señal observo un cigarrillo abandonado a la mitad con el que se entretiene mi mano. La línea vuelve y se cierra el círculo, de alguna manera llamaremos a este nudo. Entonces sí, miro lo que se me ofrece a la mano, una invitación a conocer la espera de los otros, pero estamos adelantando la traducción.
No logro discernir si hay algún conocimiento aquí, no al menos una continuidad, nada sé de quien dio fuego a esto que entre mis dedos se dispone a extinguirse. Sin embargo pienso y con el pensamiento me alejo de este sitio y a lo mejor así se cumplirá mi espera, en otro lado. Pienso en mis amigos fumadores compulsivos y trato de imaginarlos sin un cigarrillo en la boca o sin fuego y francamente resulta imposible, como resulta imposible imaginar qué sentirán cuando encienden uno, si de hecho se dan cuenta o es un gesto automático.
De ahí me voy a una película de Won Kar Wai, Con ánimo de amar, donde algunas escenas de los personajes mientras fuman nos consuelan de toda la pésima prosa de este mundo. Me hago un repaso mental de las volutas al trasluz de las lámparas de oficina, me acuerdo de mi propia lámpara en mi casa, otras películas, ya más bien sin poesía, muestrario de que el mundo era otro y los tipos y las mujeres se la pasaban fumando a toda hora, en cualquier lugar. De nuevo vuelvo a mis amigos y pienso que a veces compraba cigarrillos para convidarles porque me gustaba verlos fumar y ellos temerosos de si me molestaba el humo pero mi cara era de quien va descubriendo los secretos de algún oficio extraño. Fumar puede ser un acto de belleza, el humo tiene la forma de los fantasmas que llevamos dentro.
En cierto sentido, esta acción de levantar cigarrillos del suelo informan, a saber, que he adquirido el vicio (¿?) de fumar, que no tengo aprensión a la basura que se lleva a la boca, que no tengo para comprar ni unos cuantos sueltos. De paso me da una idea: fumar del suelo me dará la oportunidad de ahorrarme esas monedas. Ahora que siguiendo ese anzuelo bien podría hurgar en las bolsas de los restaurantes, bañarme en las fuentes de las plazas, dormir en el subte y pedir monedas en Florida o en alguna estación de trenes. Suena como una carrera prometedora, porque hasta que no pasa, todo se resuelve en ser promesa, ¿no?
De ahí la cuestión se hace un poco sociológica, el muestreo de marcas da como resultado 80 por ciento de next y viceroy, 17 de marcas sin registrar y el resto distribuida entre las más reconocidas. En Capital no pasa, diría mi amigo, que se encuentra Marlboros o Camel o hasta algún que otro de nombre vagamente europeo caminando por Palermo Hollywood. Pero estamos en provincia y aquí ni siquiera barren la calle, los barrios tienen el aspecto del Camino a
Decía Barthes que uno sabe si está enamorado porque espera. Dadas las circunstancias no diría que enamorado pero siempre me hizo gracia esa frase, sobre todo porque quizá únicamente la podría haber dicho él o porque yo esperaba demasiado a las chicas. Pienso si esta espera será después de todo, a la luz de Barthes, tan trivial o formará parte de otra de mayores proporciones, ahora sí enredada con el amor o alguna otra gran palabra. Por ejemplo, si uno espera que lo que ama vuelva a ser y mientras tanto se entretiene, ocupa su tiempo en esperas menores, casi exentas de memoria y cuento. Porque en realidad, mientras espero, pienso porqué estoy ahí metido en esa burbuja, en ese círculo perfectamente anudado que me impide mover el cuerpo, qué es mi vida en esa duración pausada, porqué los cigarrillos, porqué los amigos, porqué el amor, porqué el porqué.
Y simplemente hay la necesidad de traducir en palabras siendo aquí la traducción un acto de traer, trasladar, ya se sabe, de hacer cruzar los objetos al ámbito de mi lengua. ¿Será esa sensación en la panza cuando esperamos ver aparecer en cualquier momento por la puerta a nuestra amante lo que buscamos? No puedo saber si esto esperaban los otros, de cuyas bocas he fumado, si me permiten la imagen. Sin embargo no podría haberlo pensado si antes ellos no hubieran acumulado esa duración suspendida, precisamente, a la espera de que alguien la mencionara. Cuando por fin llega el 60, estiro el brazo, la línea se corta y da un chicotazo contra el asfalto que ahí se va perdiendo, el gusto de la nicotina en mi saliva me dice, para mayor claridad, que todavía no sé nada.
3 comentarios:
genial
volvió juan. al menos un juan. changuito lindo.
no te han dejao ni el pucho en la oreja, tan pelagatos que andas colilleando, siempre el mismo linyera
che, bien ahi por sacar el banner horrible ese, aunque tus fotos estan cada vez mas floggers
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