junio 11, 2009

EL AMANECER Y BEPPO

todos los aviones iban al sur y beppo se preguntó, tirado panza arriba sobre el pasto, si, tantos que pasaban y ni uno solo al norte, habría espacio suficiente para guardarlos o estarían amontonados como enjambres de langostas. todavía beppo tuvo tiempo de ir un poco más en su observación e intentó saber si el cielo no estaría roto allí donde pasaban y pasaban uno detrás de otro sin cansarse, cerró un poco los ojos por la fuerza que demanda mirar la profundidad y quiso adivinar un tajo, una costura, alguna inconfundible señal de que se había malogrado el aire allá arriba y que desde aquí parecía tan inmóvil como debe parecer el océano visto desde el espacio exterior. salvo que todo espacio que no sea uno mismo es exterior, cada uno piense como desee.

beppo llegó a la suposición, verosímil a esa hora, de que las naves jamás descendían, que formaban hileras y le daban la vuelta al mundo con el único propósito de sostener la ilusión en la diminuta humanidad, que ya ni siquiera los confundía con pájaros, de que los tiempos de ahora pocas sorpresas tienen para ofrecer. en efecto, sería más sorprendente ver el cielo despoblado y las ciudades a oscuras, pero a esto no llegaba beppo.

su interés, no diremos el único pues nos podrían acusar, con justa razón, de pobres exégetas de quien, afanado en mirar el cielo y descubrir cosas, sí, cosas, con toda sencillez viene a presentarse tirado sobre el pasto, además de las cicatrices dejadas por el trazo de las naves se dirigía a la comezón de su propia carne, transitada por pasajeros de otra índole.

verifiquemos cualquier presencia de ánimos panteístas antes de proseguir. si beppo está allí, traspasado de asombro, no cualquier asombro, más bien por ese confuso, cuando no abrumador sentimiento del cosmos tensando de infinito el cuerpo minúsculo, y si esa misma tensión es lo que asciende hasta su pensamiento transportando su espíritu, inquieto y al mismo tiempo presente en cada átomo del universo, de una estrella a otra a una raíz endurecida a un grillo que salpica sus dedos con una baba color miel a una piedrita cuadrada con pintas rojas a una brisa de aire crudo a una pared de adobe a un enrejado negro a las uñas de sus pies...

hay que ver si todo lo que siente es el universo y no más que uno de los efectos propios y posibles de haber fumado marihuana, pues ha de saberse que hay otros estados, también pasajeros. curiosa palabra esta última, empleada ya en ocasión de hablar de las sensaciones de beppo. ahora refiere a un estado sintiente pero cabe preguntarse quién o qué pasa, beppo o la sensación. qué es el pasaje en este embrollo de ojos que detenidamente se apoderan de beppo hasta, por decirlo de algún modo, devorar a los sentidos restantes.

incluso aquí habría que ver si no será que en realidad (pero qué parte de la invención corresponde a la realidad) el pasajero es beppo que, precisamente, pasa a otro sentido, vale decir a un lugar, equívoco lugar por cierto y en esto concuerda con su función de servir de pasaje, donde, mejor dicho, todo es sentido. con esto descartamos la sospecha de panteísmo pero ahora acabamos de abordar otro tren, para no abandonar todavía las imágenes de viajes, no menos erráticos que el anterior, el de la alucinación.

en efecto, beppo no alude con sus preguntas a nada real, a nada que podría interpretarse como plausible en la realidad, sus preguntas, si a algo conducen, es hacia sí mismo en estado sintiente. ahora bien, he aquí que, por su parte y como se verá enseguida casi hasta desprendidos de beppo, sus sentidos tampoco parecen guardar mucha relación con lo que sucede alrededor. digamos que si hay alguna conexión entre beppo y el mundo, esta se da bajo la forma de una invención o, si se prefiere el término más corriente, de una alteración.

de otro modo, lo dicho recién también puede decirse con el siguiente giro: las sensaciones acarrean a beppo y no beppo a sus sensaciones. de esta suerte, sometido como está su cuerpo a sentir, éste le es presentado como un extraño. de pronto el humor que acompaña la embriaguez narcótica le revela un deslizamiento en el pacto de complicidad entre ellos. a lo sumo ahora son huéspedes en un mundo tironeado por sensaciones voluptuosas y cuyo lento fluir deriva en alguna especie de conocimiento volátil que, en ese instante, parece percibido por primera vez e incluso digno de captura. de cierta manera, decíamos, los ojos devoran a los demás sentidos y beppo se sitúa detrás de su cara, no siendo más que un observador privilegiado de los acontecimientos del cuerpo. todo lo que atraviesa su cuerpo, desde las patitas del grillo hasta el sabor ahumado de su saliva, se manifiesta con la intensidad reveladora de un microscopio.

en la pureza del asombro que todo le provoca es donde beppo traba amistad con las cosas que le rodean, desvestidas de bondad y de maldad, vistas tal cual son y sin embargo inconfesables, porque ya dijimos, y no será insistir demasiado, que beppo no tiene más que ojos y la información que por ellos entra no sabe salir del mismo modo.

no debería sorprendernos ver un hombre tirado así en el pasto. el poeta manuel castilla en sus poemas no parece hacer otra cosa que pasarse mirando lentas nubes cuando no anda por ahí tiznado de infinito. pero no es la teoría literaria ni la crítica ni cuestiones como la contemplación del alma ni mucho menos detalles legales, minucias civiles, del porte del consumo de estupefacientes, vale decir aquella sustancia capaz de llevarlo a la estupefacción, lo que atrapa a beppo, su cuerpo y sus sensaciones en un remolque en apariencia estático.

beppo está imantado y flota en dirección al cielo. no es elías, arrebatado en vida a los cielos por dios cuando esto era aun posible, sin embargo ese cuyo peso tiene la seguridad de inmiscuirse con la tierra blanda del parque, se siente leve y, si observamos con atención, ya tiene los ojos cerrados cuando clava las uñas y arranca de raíz unos pastos y ya está sonriendo cuando el misterio del amanecer espanta el tiempo de guardar lejos del vecinadario y los pájaros comienzan a explotar entre las ramas lo mismo que alarmas estratégicamente dispuestas y los primeros autos del día ganan las avenidas y se mezclan con los últimos autos y los de a pie confunden la ensoñación de otros con sus propios miedos y no ven pasar los aviones porque el escenario para ellos está ahí, frente a sus narices, donde dan su puntapié inicial las horas de la obligación y beppo, todavía dulce, sin abrir los ojos enrojecidos, cuando los perros tironean al paseador.

en breve la ciudad será un estallido y beppo siente que una burbuja lo rodea y el sol entibia cada vez más su cuerpo, en señal de que está cerca, y estar cerca del sol también quiere decir estar solo y aún no se atreve a abrir los ojos cuando sospecha que ha alcanzado el tajo celeste. si otros pudieran entrar aquí, mirar conmigo, piensa y luego piensa en quienes serían los invitados y luego si no serían un ancla llevarlos a todos y se despreocupa de cualquier acusación de egoísmo porque nadie tiene instrucciones para sentir, mucho menos eso que él siente y por eso nadie podría mirar con él, a lo sumo mirará para el mismo lado pero hasta ahí nomás resulta posible saber, más allá es invención, más acá también añadiríamos aunque sin pretender alterar el discurrir de beppo, por estas alturas, nunca dicho con mayor justeza, apenas un puntito negro en el aire. el día tiene aún muchas cosas para dar en el momento en que la boca del subte traga personas enteras sin devolverlas.

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