Puedo morir de hambre. Lo sé. Puedo morir. Todos lo saben. Abrí la puerta y me saqué la campera ¿Te duele algo?, me preguntó. La cabeza, le dije. En realidad me dolía la espalda. En realidad no tenía ganas de hablar y dije lo primero que se me vino a la mente. En realidad no dije nada, me hizo un gesto con las cejas levantadas y yo arrugué mi cara con el dedo en pistola contra la sien. En realidad quería saber si afuera hacía frío.
junio 02, 2009
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