La verdad ya estaba borracho cuando entré. Escuché jazz, miré la hora, casi la una, noche minúscula de martes, un bar de luces amarillas. Pedí una cerveza. Me la sirvieron bien helada y el de la barra depositó al mismo tiempo un bol lleno de palitos salados. Unas cuadras antes me había despedido de unos amigos antropólogos y ya empezaba a extrañarlos, ese carácter etnográfico desplegándose en cada mirada, el bullicio de sus risas, los viajes del pasado, los que sugieren sitios como la isla del sol o de la luna, las parodias de cuando éramos adolescentes, sus ocupaciones raras. Son mis amigos desde hace años y no podría imaginármelos de otra manera que gastándonos bromas y recordando, se nos va el tiempo en recordar, abrazarnos y jugar a las escondidas cuando la borrachera nos ha copado los cerebros en la plaza del Congreso.
Había querido entrar en este bar desde hace tiempo, cómo son las cosas, justo un martes vengo a brotar con guita. Los palitos salados en el bol, percudidos, ¿rejuntados del piso? Para el hambre no hay pan duro. Apenas un rato me duró la cerveza, la sequé y comencé con los infames palitos. La música cambió a unas ilustres baladas pop. Ya no volveríamos al jazz en toda la noche. Pedí otra cerveza.
En la mesa de al lado habían dos peruanos y un chileno. Hablaban de
Curioso en olfatear matices, sin embargo ciertos viajes se parecen, nada más el viajero conoce los motivos, los detalles de la peripecia, los descubrimientos, los destellos de sin razón que ponen a temblar por las noches, el cordel de los caminos para volver, la distancia que pesa sobre sus cuerpos, en fin, que resumieron así: sale de ciudad natal, llega a ciudad hostil, les gusta pero extrañan las comidas, no entienden el uso de algunas palabras locales.
En realidad no están contando, están tomándose de las amarras del pasado, no se los ve convertidos en estatuas de sal pero el gesto no admite equívocos: cuando dicen Lima o Santiago, están paseando por esos mapas íntimos donde los cuerpos se vuelven el simulacro del puro yo; cuando dicen aquí Buenos Aires, dicen todavía allá Buenos Aires con el mismo tono del día de su despedida; mencionan comidas, ceviche, completos, arroz chaufa, algunas otras extravagancias que posiblemente no tuvieron la oportunidad de probar; y como un juego de naipes, empiezan a partir el mazo y a repartirse palabras, después de todo son las únicas posesiones para jugar, ya no les importa el acento delator y comienzan a sobredosificar el pacto solidario que este juego trama, comienzan a darlas vuelta y las puedo ver: coger, pata, huevada, huevón, brother, fome, chucha, pe.
La mesa se llena de huevón de acá, huevón de allá, huevón esto, huevón aquello y hasta se animan a levantar la voz. El tipo de la barra merodea porque hay unos obreros en el subsuelo, donde los fines de semana tocan bandas de jazz, y hacen un ruido infernal con los taladros y los martillos. Uno de los peruanos se pone a cantar En la ciudad de la furia y no contento con eso pasa a explicárnosla aún a quienes nada tenemos que hacer ahí. No es cualquier ciudad, brother, es Buenos Aires, dice el artista. Presentí que había arribado a un tipo de conclusión contundente de esas que ya no necesitan más explicación porque todos entienden que no seguir hablando significa haber entendido y repitió Buenos Aires se ve tan susceptible, es un destino de furia y a cada repetición decía ¿ves? Es Buenos Aires, acá donde estamos. Todos nos miramos ¿dónde nos vinimos a meter?
Cada uno se enganchaba con su propio pensamiento. Decían lo que el otro escuchaba. Se sentían poderosos, el poder de arrojar la palabra y tomarla como un yo-yo. Esto era la libertad, estar lejos, ácidos con frases como “el Che es un señor al que le llegó la vida y dice no sé qué es la vida y se pone a pelear pero por él, para saber qué es la vida para él”.
Pienso en otra cerveza. Tras el recuento, ni para tirar hasta casa. Sin embargo estaba tan borracho que pedí un whisky. A lo mejor habré visto doble. Con hielo. No te alcanza, dice el de la barra. Después de un rato agrega no importa, te lo sirvo igual. Big mistake. Lo tomé muy rápido. Ya estaba en ese nivel de la borrachera en que francamente no estás borracho de tan pasado y necesitás un trago, un solo trago para hacer rebalsar la espuma del cerebro. Dibujé una especie de manos en un papelito, tomé nota de frases que al otro día me parecerían incoherencias documentadas, intenté cambiar la música del lugar pero sin resultado.
En la otra mesa comenzaron a contarse sus laburos de horarios infinitos, tediosos y desencantadores, día a día, desde el amanecer hasta un hotelucho pero en busca de otro más barato. Chucha, más cerveza hermano, que estamos celebrando la vida, gritó de pronto el artista. Me tomé las últimas gotas de mi whisky y empecé a arder envuelto en ese misterio de la ebriedad, cargado de poder, ya no era necesario seguir oyendo. El artista largó que Mariátegui los liberaría. El chileno dijo que no se hicera el Che, porque el Che había sido un pelotudo. No dijo pelotudo pero esa era la idea. Me entretenía más ahora el deseo de irme. Se callaron. Pagaron. También me fui. Pregunté qué días tocaba alguna banda y juro que en esos cinco segundos recordé todos los horarios y los días más la combinatoria de los precios.
Caminé por Corrientes arriba, al
La casa se había puesto en pie, con las puertas abiertas a todo lo que daba, sin embargo pronto sabría que no había nadie en este páramo. Añadí optimismo a estos ojos y resté desesperación: ahora veía con calma, de hecho la casa donde estoy resiste como una choza, cada vez se parece más a una choza en una isla desierta. De vez en cuando salgo a nadar en busca de restos del naufragio, qué salvar para llevar conmigo. Si alguien más habita este desierto. Pero ya no hay demasiadas ganas de invitar a nadie tampoco. Sonreí cuando llegué por fin a mi puerta. Era demasiado temprano, alguien estaba levantado presto para ir a trabajar. Me escurrí hasta la terraza y me tiré bajo un arbusto a dormir hasta que el dolor de cerebro pudo más. Entré en mi cama cuando sonaba el despertador, cerré los ojos. No, no quiero saber qué hay en el mundo.
2 comentarios:
yalo
como escribis no zarpao
espero que andes bien
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