abril 21, 2009

ASMODEO

Asmodeo enderezó esa tarde el pico y sonrió demás. Sonó el teléfono. Era Esclavo. Hola Asmodeo. Hola Esclavo. Pasame con tu vieja. No, murió con los ojos estrábicos. ¿Extraviados? No, todavía los tiene puestos. Entonces pasame con tu papá. No, se está bañando con la sangre de mamá. Uh, bueno, dejale un mensaje secreto, después olvidate. Sí, yo le doy, largá nomás. Ahí va: ……………………., ¿entendiste? Sí. A ver, repetímelo. No, si lo repito me puede escuchar alguien más o vos o yo. Tenés razón, acordáte que me prometiste olvidarlo. Bueno. Chau. Chau.

Salió corriendo y se olvidó que a la media cuadra su papá ya estaría prendiendo el secador de pelo y se freiría junto a su esposa (de él, no de Asmodeo, soltero, sin hijos, secundario completo, experiencia en puestos similares, referencias comprobables).

Compró pan compró queso compró media docena de huevos compró dos tomates compró sal fina compró aceite compró ajo compró un libro de cocina recibió un folleto con las ofertas del día aceptó gustoso el insulto por invitación de un colectivero retrucó la misma sonrió porque era huérfano corrió a la casa cocinó un omelette.

Su viejo estaba fusilado hecho un Marat. Asmodeo golpeó la puerta y nadie salió a recibir nada. Pasá, qué querés, ¿no ves cómo está tu viejo? ¿A ver?, uy, tenés razón, no, yo venía a decirle un secreto, nada más. Bueno, está bien, decíselo rápido que tengo que seguir laburando, mirá el desastres que se mandó. Pero vos salí un ratito. ¡Qué pesado!, bueno, bueno. …………………………………….., ¡listo! ¿Eso era todo?, tanto lío al pedo, a ver, ahora sí. Claro, te dejo trabajar tranquilo, seguí nomás.

Asmodeo terminó el tinto ancestral que había quedado en la damajuana y volvió a ganar la corriente callejera. Esta vez era sublime la intemperie. Abandonado a sus más recónditos dolores de húmeros y nervios anduvo recto y apurado con tal de no pensar atrás. Salió sin mochila así nadie le preguntaría quién era de dónde. Despejó el balón de la memoria hasta la media cancha y secó el sudor de sus axilas con un diario repleto de noticias recientes y de lo más reales. El mundo es un calabozo, se le imprimió en el cuero. Raspó y leyó de nuevo: El mundo es una calabaza. Raspó y volvió a leer: seguí participando.

Siguió de cerca una petisapeladahippiesandaliasdecuero le desgarró el perfume y la fue respirando veinte cuadras hasta que ella sintió un fuego en la espalda en el semáforo rojo atorado se permitió embestirla desvestirla irla devorando con las fauces babosas. La petisa vislumbró un punto de fuga y Asmodeo quedó apresado entre el ardor de su impaciencia, la única ciencia que conocía, y el embotellamiento de la hora más orgiástica del día. Zafó, fumó un cigarrito y se incrustó en la bóveda de un teatro: inauguración de una muestra de pinturas sobre el color local con la visita de su autor.

Vino tinto circo agua mineral pepsi light prohibido fumar prohibido estar fumado. Habló con el artista pidió que le contaran qué estaban viendo sus ojos habló de mujeres con el artista intercambiaron sonrisas de complicidad le fueron presentadas otras tantas y las devolvió en estado estupefaciente les contaba cuentos le servían vino no le dejaban de servir Asmodeo ya estaba inservible y brumoso con pasto en vez de lengua.

Comenzó a rumiar: ¿me puedo llevar esta? No. Quiero hacer un cuento sobre esta. ¿puedo? No. ¿Te puedo sacar una foto? No. ¿Te puedo hacer una entrevista? No. ¿Sos de acá? No. ¿Querés que me vaya? Sí sí sí sí sí.

Asmodeo cobró una notoriedad tránsfuga y raptó algunos estudiantes de periodismo que no cazaban una: hilvanó capturas vaporosas, imprecisó sentidos esplendentes, armó collares de mostacillas aéreas, no se olvidó de mencionar maestros y enseñanzas, posó y retrucó preguntas, guió derivas hacia otras salas donde reinaba el más vacío de los malestares, se atrevió a pedir una última pregunta y que esta fuera la más importante. ¿Quién carajo sos? No sé. ¿No sos el pintor que inaugura la muestra? No, yo no, no todavía. Decepción inatajable al ángulo y se tomó el palo.

Palpó sus bolsillos pero sin recuerdo. Revivió con golpes en el cráneo, gritando por alguien, gritando porque algo parecido a la levadura estaba reaccionando en su interior, se le escapaba por la nariz, por las orejas, por los ojos, por la boca, por los poros del último granito reventado, por el culo, por el ojo achinado de la pija. Eran aullidos más que un nombre. A vos te estoy hablando, nunca hablás conmigo, sabés que sos un hijo de re mil puta, bestia de mierda, mirá lo que me hiciste, la concha de tu madre, ¡cuántos cadáveres más necesitás para la cena!, andá, contestáme, fulmináme de una puta vez, a ver si sos tan poderoso. Cada vez reptaba más, adquiría las formas de las alcantarillas, se iba convirtiendo en excremento. Asmodeo sintió un olor a mierda insoportable. Él también tenía con qué darle, no podía quedar así nomás. Sacó la mugre de sus zapatos y se descalzó y pateó las jorobas de los renacuajos y vio pasar el cadáver de su padre y vio la barca donde era llevado y vio la rabia en los ojos de los renacuajos que pensaban que él, Asmodeo, los estaba traicionando y conoció que la redención no existe y nadó por las aguas negras y fue a dar al mar de la inmundicia y dijo lo que cualquier excremento tiene que decir dijo esto soy pero ustedes son peor y les escupió en el rostro y fue devuelto a su forma natural una vez que puso el pie en la playa.

Caminó con el teléfono en la oreja, metido hasta el cerebro: ¿hola?¿hola?¿quién sos? Yo soy el que es. Ah, ¿qué hacés?, ¿me podés salvar?¿podés? No, no sé, número equivocado. ¿Hola?¿hola? ¿me voy a morir?¿me voy? Hola, ¿vos de nuevo?, no, no te vas a morir, andá a tu casa y tomá agua. No hay, ¿y si no hay? No hay, si no hay no hay, es tarde, andá y dormí. ¿Hola?¿Hola? ¿Qué querés, qué más querés? No tengo sueño, no quiero dormir solo. Bueno, bueno, calmáte, mirá, ehhh, no estás solo, estás borracho, vas a ver cómo mañana ni te acordás ¿Cómo sabés? Porque yo sé todo. ¿Todo? Todo. ¿Entonces no estoy solo? No, no estás solo, ¿ves? Bueno, gracias. Chau. Chau.

Corrió corrió rompió un vidrio rebotó se acordonó en la vereda abrazó un árbol gritó un nombre otro otro y no supo si estaba llamando a alguien o si era que algo le devoraba las tripas. Se detuvo a enloquecer a vomitar rabioso. Miró adentro de un restaurante familiar lleno de puras familias de familias puras. Se tocaban se besaban se reían de sí mismos tentaban el porvenir y salían airosos se atragantaban con ternura y les daba hipo tanta felicidad. Todo era tan encomiable, tan ordenado, tan parecido a las postales de Coca Cola, tan futuro asegurado, tan chamuyo sobre la crisis, tan bello en su mediocridad, tan opalino en su embebida circunscripción al tedio, tan summa teológica de las buenas costumbres y los gustos delicados. Vomitó bilis amarga. Derritió la calle, traspasó las eras geológicas y los transeúntes cayeron al abismo ahí donde la lujuria y la ira son ciegos y desgarran todos los cuerpos.

Asmodeo descubrió una bicicleta negra, dada vuelta. Así no son las bicicletas, dijo. Nadie lo escuchó planear el robo. Tomó impulso se cagó. Volvió a tomar impulso se volvió a cagar. Saltó como los gatos y la bicicleta fue suya por un segundo. Vio el futuro en las tardes soleadas del otoño, las pinchaduras, las caídas, el cambio de esos detalles que la modifican para siempre y la vuelven irreconocibles para el dueño anterior, las nuevas llantas de rayos más gruesos, las chicas que paseaban en su portaequipajes, el manubrio que siempre torcía para la izquierda, las frenadas, las puteadas de los taxistas, las carreras contra los cadetes y los deliveries, la noche, la solitaria y exquisita noche dado vuelta, tocando límites y sospechando formas en las diagonales, armando mapas para llegar a tiempo a los muelles de la madrugada. Salió el dueño. Gritó ¡ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Quiso fusilarlo.

Escapó escapó escapó ya no lo perseguían siguió escapando ¿escapar es solo que te persigan? Escapó. Llegó a su casa, ahogado. Agarró sus rodillas para no hacer ruido. Todos parecían dormir, empujó la puerta bien despacio. Se durmió en silencio, como un bebé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre, nadie ha sorteado el fondo de tus abismos.
Oh mar, nadie conoce tus riquezas íntimas.
Eres tan celoso de guardar tus secretos! (...)
Hombre libre, siempre elegirás el mar
Baudelaire