abril 03, 2009

mi boca nada

como con una fiebre sin tiempo, tubular y deliciosa, en donde se me cuecen imágenes y pasajes de algún temblor, así me siento a escribir. me sale hacerlo a mano, por la mañana, por la tarde, por la noche, en el baño, en el livng, mientras almuerzo, en una plaza. como si el tiempo me corriera para comerme y no quisiera ser tomado por sopresa. la escritura surge ahí donde yo dejo de habitar el mundo, cuando asedian las privaciones y las ausencias son dificiles de repeler, empezando por mi propia ausencia. la escritura surge como necesario trance hacia otra voz, otros cuerpos.
leí el título de un libro: de voz hice cuerpo.
simplemente escribo porque sé que estás ahí, porque en algún punto no estás, porque si no lo hago unos monstruos de seguro me devorarán las entrañas. ¿se puede decir: te entraño en vez de extraño? es decir con lo más visceral de mí, no solamente con los ojos o las manos o el sexo erguido. la escritura en parte responde a eso. escritura es enredadera. y al mismo tiempo incesante pregunta quién soy vos, quién sos yo. planea sobre la distancia y por necesidad o por altura conviene en fracasar.
resulta absurdo sostener que nos comunicamos, decís. sin embargo la escritura está ahí y si está ¿qué la sostiene? ¿el sentido o el hecho de ser vos y yo quienes la tensan? ¿o su sentido es el deseo? con lo cual no se necesita que el otro entienda, si no que desee con uno, que al saberse deseable se vuelva a su vez deseante. que al sentirse amable se convierta en amante. la escritura surge ahí, en la fuga y la metamorfosis, no en la fijación de un sentido. en consecuencia habrá que sostener lo siguiente: en vez de dar a entender con la palabra, simplemente dar la palabra.
te doy mi palabra, una forma de la respiración de mi cuerpo. en este mar mi boca nada y quiere terminar en tu boca, hacerse parte de tu cuerpo y que la respires con tu propio ritmo.

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