abril 23, 2009

LUZ PARABAND.MP3

LUZ PARABAND: __ Cae la noche… siempre quise decir eso. A ver cómo funciona esto, REC. Cae la noche y ya andás en bolas. Te paseás por toda la galería. La casa de mis viejos está vacía y a vos no te vio nadie, nadie te vio entrar. Sin embargo entraste. Y qué manera de entrar. Enterrar. La. Cae la noche desde un noveno piso y se hace estrellas contra la vereda. De verdad, un latigazo de estrellas en la cara. Pero así no vamos a llegar nunca a nada, si no volvés y me decís algo bonito al oído. No sé, cualquier cosa, te amo. Bueno, eso no, eso es medio repulsivo. Algo más chiquito. Me parece que sólo te intereso porque soy fácil de abrir las piernas. Siempre me lo estás diciendo. Somos sucios. Sobre todo vos, que ya vas teniendo edad para portarte como un señor responsable. Quiero que te tomés mi leche, decís. Quiero romperte en cuatro, decís. Y empujás como si me odiaras, como si en vez de cojer quisieras destrozarme la carne, atravesarme. Repetís el movimiento cada vez más violento, cada vez se me escapa un grito que no quiero dejar salir pero es incontenible y me tapo la boca y vos ponés tu mano en mi mano y me ayudás a retener el grito. Te miro pero si no hay nadie, dejame gritar, me cuesta respirar, me las arreglo para morderte y me das vuelta y te aferrás a mí como un perro, estamos pegados, me apretás con el brazo, aplastándome las tetas, quiero gritar de nuevo, grito, pero no es de desesperación por no poder zafarme, es que no quiero zafarme. Vas a acabar en cualquier momento y luego qué, me vas a dejar ahí tirada, revolcada y caliente como una puta insaciable. Siento que me llenás con la espesura de tu pija, el calorcito de tu leche derritiendo mis entrañas, estallo y nos conjuramos en un solo acabar y decaemos. Me aplastás un rato, te beso, estás empapado, sonrío y te beso, besitos acá, allá, te aprieto y salís como si te hubieras caído desde un tobogán, muerto. Miramos el techo un segundo hasta que parece que te vas a dormir y yo me detengo antes de decir algo imprudente. Te levantás y caminás a la ventana y te quedás ahí, mirando no sé qué, mirás y no me decís nada. Te das vuelta y creo que vas a volver a mi lado pero no, te paseás en bolas por la casa, vas a la heladera buscando comida, para burlarte de mis viejos, que no están, pero si estuvieran te dirían que te pongás la ropa y empecés a rezar tus últimas plegarias. Mi vieja te miraría la cabeza de la pija todavía brillante y en su furia descubrirías una ternura mal escondida hacia tu pedazo. Ella se iría riendo detrás de su mano hasta la cocina y volvería con un cuchillo de trozar el pollo. Te voy a cortar el cogote del ganso, dibujaría su mirada agridulce. Pero con voz melosa, como relamiéndose la muy soreta por tener ese pedazo de carne entre sus manos y devorarlo en una salsa. Chirría el aceite en la sartén, el fuego te espera. Querés correr, por supuesto, pero ya está mi viejo con su enorme bigote cerrándote el paso y un ojo con el puño. Siempre dije que mi papá es inmenso. Te agarra de la garganta y con la otra mano entra a garrotear tu cabeza, te sacude contra la pared, escuchás mis gritos pero te das cuenta fácilmente de que me da placer, que en este escrache yo soy la víctima y vos el culpable de haberte metido en la cama de una pobre niña inocente, degenerado hijo de re mil puta, después de toda la confianza que te dimos, te dejábamos quedarte a mirar la tele con nosotros, te invitábamos a comer, te prestábamos plata para el bondi, ¡pobrecito, tan bueno!, cómo se iba a volver caminando a su casa, pobrecito, mandále saludos a tus hermanitos y a tus padres, cuidáte, hijo de la gran puta, mirá lo que nos viniste a hacer, mirá vieja cómo nos paga este sorete todo lo que hicimos por él, si no te digo que ya no se puede confiar en nadie, en nadie. No quiero que te pongas triste, se te ve raro el cuerpo cuando abrís la heladera, se te ilumina como si fueras un fantasma que no tiene piernas, te ponés muy blanco. A todo esto mi viejo grita y mi vieja llora y mi hermanita, a la que siempre le tuviste ganas, la abraza pero no puede dejar de mirarte ahí, la muy turrita, con sus ojitos de gatita mimosa. Se te para, involuntariamente, sugerís, aunque yo te adivino el pensamiento y termino de rematarte con la escoba en el lomo. Para cuando terminamos de cocinar tus huevos y tu pedazo, ya estás pálido de tanto haber perdido sangre, así que no nos queda otra que alimentarte. Comemos todos juntitos, como las buenas familias, calladitos la boca, educaditos, los ojos en el plato, sin hacer ruido. Te doy de comer en la boca, bocaditos amorosos, uno para vos y otro para mí. Luego de lavar los platos ya estás muerto y lloro sobre tu cadáver nuestra historia de amor que nuestros padres no supieron comprender. Te beso y grito que vuelvas. Tiramos tu cuerpo a la procesadora y abonamos el jardín con tus restos. Crece un geranio a los tres meses, vieras qué bonito. Ojalá estuvieras aquí conmigo para decirme algo al oído. STOP.

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